LOS UNIVERSOS PARALELOS,TIENEN UNA BASE MATEMATICA.

LOS UNIVERSOS PARALELOS,TIENEN UNA BASE MATEMATICA.
UNA LINEA DE TIEMPO, COMO UN ARBOL QUE CRECE Y SE BIFURCA INFINITAMENTE.

ANTONIO UNGAR.

ANTONIO UNGAR.
PREMIO HERRALDE DE NOVELA 2010.

ES TU MIRADA...

ES TU MIRADA...
CAYENDO SOBRE EL VALLE...

EL GRAN POETA OCTAVIO PAZ.

EL GRAN POETA OCTAVIO PAZ.
EL POETA DE LA OTREDAD..

JORGE LUIS BORGES

JORGE LUIS BORGES
POEMAS DE LA MONEDA DE HIERRO..

GABRIEL GARCIA MARQUEZ.

GABRIEL GARCIA MARQUEZ.
COMO COMENCE A ESCRIBIR..

LOS DETECTIVES SALVAJES

LOS DETECTIVES SALVAJES
ROBERTO BOLAñOS.

EDUARDO MENDOZA.

EDUARDO MENDOZA.
PREMIO PLANETA 2010.

MIGUEL HERNANDEZ.

MIGUEL HERNANDEZ.
POESIA,QUE NO CESA!!

UN DESNUDO.

UN DESNUDO.
OBRA DE RENOIR.

ENRIQUE LIHN

ENRIQUE LIHN
EL GRAN POETA CHILENO.

COLLAR DE CARACOLAS,PARA EL MUELLE QUE AMAMOS.

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ANTOLOGIA TEMATICA.OH PUERTO COLOMBIA!!

JOSE LUIS DIAZ GRANADOS.

JOSE LUIS DIAZ GRANADOS.
UN GRAN POETA.

RESEñADO EN EL DICCIONARIO LATINOAMERICANO DE POETAS.

RESEñADO EN EL DICCIONARIO LATINOAMERICANO DE POETAS.
LIBROS Y LETRAS.

REVISTA MOLINO DE LETRAS NUMERO NUEVE.

REVISTA  MOLINO DE LETRAS NUMERO NUEVE.
MICROCUENTO UNA SOMBRA.

PAISAJES AMERICANOS.

PAISAJES AMERICANOS.
ASHER B.DURAN.

MUJER EN EL JARDIN.

MUJER EN EL JARDIN.
DE CLAUDE MONET.

MADAME BOVARY

MADAME BOVARY
AUTOR FLAUBERT.

PABLO NERUDA.

PABLO NERUDA.
UN POETA UNIVERSAL.

ESCRITOR COLOMBIANO, DE LA COSTA CARIBE.

ESCRITOR COLOMBIANO, DE LA COSTA CARIBE.
MAURICIO PABON LOZANO.

PARLAMENTO NACIONAL DE ESCRITORES DE COLOMBIA.

PARLAMENTO NACIONAL DE ESCRITORES DE COLOMBIA.
UN COMPROMISO CON EL PAIS Y LA LITERATURA.

PASEO DE BOLIVAR EN BARRANQUILLA.

PASEO DE BOLIVAR EN  BARRANQUILLA.
ESTATUA DEL LIBERTADOR.

MI AMIGO EL CUENTO TOMO II

MI AMIGO EL CUENTO TOMO II
PUBLICACION DE MIS TRABAJOS LITERARIOS.

PORTADA DE LA REVISTA TALLER LUNA Y SOL.

PORTADA DE LA REVISTA TALLER  LUNA Y SOL.
PUBLICACION DE MIS TRABAJOS LITERARIOS.

LA PLAZA DE BOLIVAR EN CARACAS.

LA PLAZA DE BOLIVAR EN CARACAS.
SIMBOLO DE LA UNIDAD LATINOAMERICANA.

PORTADA DE LA REBELION DE LAS RATAS.

PORTADA DE LA REBELION DE LAS RATAS.
DE FERNANDO SOTO APARICIO.

TALLER LITERARIO LA URRAKA.

TALLER LITERARIO LA URRAKA.
UN UNIVERSO PARA COMPARTIR LA LITERATURA.

PUBLICACION DEL TOMO I,DEL LIBRO MI AMIGO EL CUENTO.

PUBLICACION DEL  TOMO I,DEL LIBRO MI AMIGO EL CUENTO.
PUBLICACION DE MIS MICROCUENTOS.

UNA POESIA TELURICA.

UNA POESIA TELURICA.
PAUL ELUARD.

LEON TROTSKY.

LEON TROTSKY.
FOTO TOMADA EN EL FRENTE POLACO.

UNA APROXIMACION A LA OBRA LITERARIA DE LA POETISA MEYRA DEL MAR.

UNA APROXIMACION A LA OBRA LITERARIA DE LA POETISA MEYRA DEL MAR.
AUTOR.CESAR MOLINA CONSUEGRA.

ALI CHUMACERO.

ALI CHUMACERO.
EL GRAN POETA MEJICANO.

HASTA SIEMPRE LUIS VITALE!!

HASTA SIEMPRE LUIS VITALE!!
TE QUEDARAS CON NOSOTROS!!

miércoles, 30 de junio de 2010

PARA COMPARTIR UN CUENTO DEL MAESTRO JOSE SARAMAGO.

Embargo
[Cuento. Texto completo]
José Saramago

Se despertó con la sensación aguda de un sueño degollado y vio delante de sí la superficie cenicienta y helada del cristal, el ojo encuadrado de la madrugada que entraba, lívido, cortado en cruz y escurriendo una transpiración condensada. Pensó que su mujer se había olvidado de correr las cortinas al acostarse y se enfadó: si no consiguiese volver a dormirse ya, acabaría por tener un día fastidiado. Le faltó sin embargo el ánimo para levantarse, para cubrir la ventana: prefirió cubrirse la cara con la sábana y volverse hacia la mujer que dormía, refugiarse en su calor y en el olor de su pelo suelto. Estuvo todavía unos minutos esperando, inquieto, temiendo el insomnio matinal. Pero después le vino la idea del capullo tibio que era la cama y la presencia laberíntica del cuerpo al que se aproximaba y, casi deslizándose en un círculo lento de imágenes sensuales, volvió a caer en el sueño. El ojo ceniciento del cristal se fue azulando poco a poco, mirando fijamente las dos cabezas posadas en la almohada, como restos olvidados de una mudanza a otra casa o a otro mundo. Cuando el despertador sonó, pasadas dos horas, la habitación estaba clara.

Dijo a su mujer que no se levantase, que aprovechase un poco más de la mañana, y se escurrió hacia el aire frío, hacia la humedad indefinible de las paredes, de los picaportes de las puertas, de las toallas del cuarto de baño. Fumó el primer cigarrillo mientras se afeitaba y el segundo con el café, que entretanto se había enfriado. Tosió como todas las mañanas. Después se vistió a oscuras, sin encender la luz de la habitación. No quería despertar a su mujer. Un olor fresco a agua de colonia avivó la penumbra, y eso hizo que la mujer suspirase de placer cuando el marido se inclinó sobre la cama para besarle los ojos cerrados. Y susurró que no volvería a comer a casa.

Cerró la puerta y bajó rápidamente la escalera. La finca parecía más silenciosa que de costumbre. Tal vez por la niebla, pensó. Se había dado cuenta de que la niebla era como una campana que ahogaba los sonidos y los transformaba, disolviéndolos, haciendo de ellos lo que hacía con las imágenes. Había niebla. En el último tramo de la escalera ya podría ver la calle y saber si había acertado. Al final había una luz aún grisácea, pero dura y brillante, de cuarzo. En el bordillo de la acera, una gran rata muerta. Y mientras encendía el tercer cigarrillo, detenido en la puerta, pasó un chico embozado, con gorra, que escupió por encima del animal, como le habían enseñado y siempre veía hacer.

El automóvil estaba cinco casas más abajo. Una gran suerte haber podido dejarlo allí. Había adquirido la superstición de que el peligro de que lo robasen sería mayor cuanto más lejos lo hubiese dejado por la noche. Sin haberlo dicho nunca en voz alta, estaba convencido de que no volvería a ver el coche si lo dejase en cualquier extremo de la ciudad. Allí, tan cerca, tenía confianza. El automóvil aparecía cubierto de gotitas, los cristales cubiertos de humedad. Si no hiciera tanto frío, podría decirse que transpiraba como un cuerpo vivo. Miró los neumáticos según su costumbre, verificó de paso que la antena no estuviese partida y abrió la puerta. El interior del coche estaba helado. Con los cristales empañados era una caverna translúcida hundida bajo un diluvio de agua. Pensó que habría sido mejor dejar el coche en un sitio desde el cual pudiese hacerlo deslizarse para arrancar más fácilmente. Encendió el coche y en el mismo instante el motor roncó fuerte, con una sacudida profunda e impaciente. Sonrió, satisfecho de gusto. El día empezaba bien.

Calle arriba el automóvil arrancó, rozando el asfalto como un animal de cascos, triturando la basura esparcida. El cuentakilómetros dio un salto repentino a noventa, velocidad de suicidio en la calle estrecha bordeada de coche aparcados. ¿Qué sería? Retiró el pie del acelerador, inquieto. Casi diría que le habían cambiado el motor por otro más potente. Pisó con cuidado el acelerador y dominó el coche. Nada de importancia. A veces no se controla bien el balanceo del pie. Basta que el tacón del zapato no asiente en el lugar habitual para que se altere el movimiento y la presión. Es fácil.

Distraído con el incidente, aún no había mirado el contador de la gasolina. ¿La habrían robado durante la noche, como no sería la primera vez? No. El puntero indicaba precisamente medio depósito. Paró en un semáforo rojo, sintiendo el coche vibrante y tenso en sus manos. Curioso. Nunca había reparado en esta especie de palpitación animal que recorría en olas las láminas de la carrocería y le hacía estremecer el vientre. Con la luz verde el automóvil pareció serpentear, estirarse como un fluido para sobrepasar a los que estaban delante. Curioso. Pero, en verdad, siempre se había considerado mucho mejor conductor que los demás. Cuestión de buena disposición esta agilidad de reflejos de hoy, quizá excepcional. Medio depósito. Si encontrase una gasolinera funcionando, aprovecharía. Por seguridad, con todas las vueltas que tenía que dar ese día antes de ir a la oficina, mejor de más que de menos. Este estúpido embargo. El pánico, las horas de espera, en colas de decenas y decenas de coches. Se dice que la industria va a sufrir las consecuencias. Medio depósito. Otros andan a esta hora con mucho menos, pero si fuese posible llenarlo... El coche tomó una curva balanceándose y, con el mismo movimiento, se lanzó por una subida empinada sin esfuerzo. Allí cerca había un surtidor poco conocido, tal vez tuviese suerte. Como un perdiguero que acude al olor, el coche se insinuó entre el tráfico, dobló dos esquinas y fue a ocupar un lugar en la cola que esperaba. Buena idea.

Miró el reloj. Debían de estar por delante unos veinte coches. No era ninguna exageración. Pero pensó que lo mejor sería ir primero a la oficina y dejar las vueltas para la tarde, ya lleno el depósito, sin preocupaciones. Bajó el cristal para llamar a un vendedor de periódicos que pasaba. El tiempo había enfriado mucho. Pero allí, dentro del automóvil, con el periódico abierto sobre el volante, fumando mientras esperaba, hacía un calor agradable, como el de sábanas. Hizo que se movieran los músculos de la espalda, con una torsión de gato voluptuoso, al acordarse de su mujer aún enroscada en la cama a aquella hora y se recostó mejor en el asiento. El periódico no prometía nada bueno. El embargo se mantenía. Una Navidad oscura y fría, decía uno de los titulares. Pero él aún disponía de medio depósito y no tardaría en tenerlo lleno. El automóvil de delante avanzó un poco. Bien.

Hora y media más tarde estaba llenándolo y tres minutos después arrancaba. Un poco preocupado porque el empleado le había dicho, sin ninguna expresión particular en la voz, de tan repetida la información, que no habría allí gasolina antes de quince días. En el asiento, al lado, el periódico anunciaba restricciones rigurosas. En fin, de lo malo malo, el depósito estaba lleno. ¿Qué haría? ¿Ir directamente a la oficina o pasar primero por casa de un cliente, a ver si le daban el pedido? Escogió el cliente. Era preferible justificar el retraso con la visita que tener que decir que había pasado hora y media en la cola de la gasolina cuando le quedaba medio depósito. El coche estaba espléndido. Nunca se había sentido tan bien conduciéndolo. Encendió la radio y se oyó un diario hablado. Noticias cada vez peores. Estos árabes. Este estúpido embargo.

De repente el coche dio una cabezada y se dirigió a la calle de la derecha hasta parar en una cola de automóviles menor que la primera. ¿Qué había sido eso? Tenía el depósito lleno, sí, prácticamente lleno. Por qué este demonio de idea. Movió la palanca de las velocidades para poner marcha atrás, pero la caja de cambios no le obedeció. Intentó forzarla, pero los engranajes parecían bloqueados. Qué disparate. Ahora una avería. El automóvil de delante avanzó. Recelosamente, contando con lo peor, metió la primera. Perfecto todo. Suspiró de alivio. Pero ¿cómo estaría la marcha atrás cuando volviese a necesitarla?

Cerca de media hora después ponía medio litro de gasolina en el depósito, sintiéndose ridículo bajo la mirada desdeñosa del empleado de la gasolinera. Dio una propina absurdamente alta y arrancó con un gran ruido de neumáticos y aceleramientos. Qué demonio de idea. Ahora el cliente, o será una mañana perdida. El coche estaba mejor que nunca. Respondía a sus movimientos como si fuese una prolongación mecánica de su propio cuerpo. Pero el caso de la marcha atrás daba que pensar. Y he aquí que tuvo realmente que pensarlo. Una gran camioneta averiada tapaba todo el centro de la calle. No podía contornearla, no había tenido tiempo, estaba pegado a ella. Otra vez con miedo movió la palanca y la marcha atrás entró con un ruido suave de succión. No se acordaba que la caja de cambios hubiese reaccionado de esa manera antes. Giró el volante hacia la izquierda, aceleró y con un suave movimiento el automóvil subió a la acera, pegado a la camioneta, y salió por el otro lado, suelto, con una agilidad de animal. El demonio de coche tenía siete vidas. Tal vez por causa de toda esa confusión del embargo, todo ese pánico, los servicios desorganizados hubiesen hecho meter en los surtidores gasolina de mucho mayor potencia. Tendría gracia.

Miró el reloj. ¿Valdría la pena visitar al cliente? Con suerte encontraría el establecimiento aún abierto. Si el tránsito ayudase, sí, si el tránsito ayudase tendría tiempo. Pero el tránsito no ayudó. En época navideña, incluso faltando la gasolina, todo el mundo sale a la calle, para estorbar a quien necesita trabajar. Y al ver una transversal descongestionada desistió de visitar al cliente. Mejor sería dar cualquier explicación en la oficina y dejarlo para la tarde. Con tantas dudas, se había desviado mucho del centro. Gasolina quemada sin provecho. En fin, el depósito estaba lleno. En una plaza, al fondo de la calle por la que bajaba, vio otra cola de automóviles esperando su turno. Sonrió de gozo y aceleró, decidido a pasar resoplando contra los ateridos automovilistas que esperaban. Pero el coche, a veinte metros, tiró hacia la izquierda, por sí mismo, y se detuvo, suavemente, como si suspirase, al final de la cola. ¿Qué diablos había sido aquello, si no había decidido poner más gasolina? ¿Qué diantre era, si tenía el depósito lleno? Se quedó mirando los diversos contadores, palpando el volante, costándole reconocer el coche, y en esta sucesión de gestos movió el retrovisor y se miró en el espejo. Vio que estaba perplejo y consideró que tenía razón. Otra vez por el retrovisor distinguió un automóvil que bajaba la calle, con todo el aire de irse a colocar en la fila. Preocupado por la idea de quedarse allí inmovilizado, cuando tenía el depósito lleno, movió rápidamente la palanca para dar marcha atrás. El coche resistió y la palanca le huyó de las manos. Un segundo después se encontraba aprisionado entre sus dos vecinos. Diablos. ¿Qué tendría el coche? Necesitaba llevarlo al taller. Una marcha atrás que funcionaba ahora sí y ahora no es un peligro.

Había pasado más de veinte minutos cuando hizo avanzar el coche hasta el surtidor. Vio acercarse al empleado y la voz se le estranguló al pedir que llenase el depósito. En ese mismo instante hizo una tentativa por huir de la vergüenza, metió una rápida primera y arrancó. En vano. El coche no se movió. El hombre de la gasolinera lo miró desconfiado, abrió el depósito y, pasados pocos segundos, fue a pedirle el dinero de un litro que guardó refunfuñando. Acto seguido, la primera entraba sin ninguna dificultad y el coche avanzaba, elástico, respirando pausadamente. Alguna cosa no iría bien en el automóvil, en los cambios, en el motor, en cualquier sitio, el diablo sabrá. ¿O estaría perdiendo sus cualidades de conductor? ¿O estaría enfermo? Había dormido bien a pesar de todo, no tenía más preocupaciones que en cualquier otro día de su vida. Lo mejor sería desistir por ahora de clientes, no pensar en ellos durante el resto del día y quedarse en la oficina. Se sentía inquieto. A su alrededor las estructuras del coche vibraban profundamente, no en la superficie, sino en el interior del acero, y el motor trabajaba con aquel rumor inaudible de pulmones llenándose y vaciándose, llenándose y vaciándose. Al principio, sin saber por qué, dio en trazar mentalmente un itinerario que le apartase de otras gasolineras, y cuando notó lo que hacía se asustó, temió no estar bien de la cabeza. Fue dando vueltas, alargando y acortando camino, hasta que llegó delante de la oficina. Pudo aparcar el coche y suspiró de alivio. Apagó el motor, sacó la llave y abrió la puerta. No fue capaz de salir.

Creyó que el faldón de la gabardina se había enganchado, que la pierna había quedado sujeta por el eje del volante, e hizo otro movimiento. Incluso buscó el cinturón de seguridad, para ver si se lo había puesto sin darse cuenta. No. El cinturón estaba colgando de un lado, tripa negra y blanda. Qué disparate, pensó. Debo estar enfermo. Si no consigo salir es porque estoy enfermo. Podía mover libremente los brazos y las piernas, flexionar ligeramente el tronco de acuerdo con las maniobras, mirar hacia atrás, inclinarse un poco hacia la derecha, hacia la guantera, pero la espalda se adhería al respaldo del asiento. No rígidamente, sino como un miembro se adhiere al cuerpo. Encendió un cigarrillo y, de repente, se preocupó por lo que diría el jefe si se asomase a una ventana y lo viese allí instalado, dentro del coche, fumando, sin ninguna prisa por salir. Un toque violento de claxon lo hizo cerrar la puerta, que había abierto hacia la calle. Cuando el otro coche pasó, dejó lentamente abrirse la puerta otra vez, tiró el cigarrillo fuera y, agarrándose con ambas manos al volante, hizo un movimiento brusco, violento. Inútil. Ni siquiera sintió dolores. El respaldo del asiento lo sujetó dulcemente y lo mantuvo preso. ¿Qué era lo que estaba sucediendo? Movió hacia abajo el retrovisor y se miró. Ninguna diferencia en la cara. Tan sólo una aflicción imprecisa que apenas se dominaba. Al volver la cara hacia la derecha, hacia la acera, vio a una niñita mirándolo, al mismo tiempo intrigada y divertida. A continuación surgió una mujer con un abrigo de invierno en las manos, que la niña se puso, sin dejar de mirar. Y las dos se alejaron, mientras la mujer arreglaba el cuello y el pelo de la niña.

Volvió a mirar el espejo y adivinó lo que debía hacer. Pero no allí. Había personas mirando, gente que lo conocía. Maniobró para separarse de la acera, rápidamente, echando mano a la puerta para cerrarla, y bajó la calle lo más deprisa que podía. Tenía un designio, un objetivo muy definido que ya lo tranquilizaba, y tanto que se dejó ir con una sonrisa que a poco le suavizó la aflicción.

Sólo reparó en la gasolinera cuando casi iba a pasar por delante. Tenía un letrero que decía "agotada", y el coche siguió, sin una mínima desviación, sin disminuir la velocidad. No quiso pensar en el coche. Sonrió más. Estaba saliendo de la ciudad, eran ya los suburbios, estaba cerca el sitio que buscaba. Se metió por una calle en construcción, giró a la izquierda y a la derecha, hasta un sendero desierto, entre vallas. Empezaba a llover cuando detuvo el automóvil.

Su idea era sencilla. Consistía en salir de dentro de la gabardina, sacando los brazos y el cuerpo, deslizándose fuera de ella, tal como hace la culebra cuando abandona la piel. Delante de la gente no se abría atrevido, pero allí, solo, con un desierto alrededor, lejos de la ciudad que se escondía por detrás de la lluvia, nada más fácil. Se había equivocado, sin embargo. La gabardina se adhería al respaldo del asiento, de la misma manera que a la chaqueta, a la chaqueta de punto, a la camisa, a la camiseta interior, a la piel, a los músculos, a los huesos. Fue esto lo que pensó sin pensarlo cuando diez minutos después se retorcía dentro del coche gritando, llorando. Desesperado. Estaba preso en el coche. Por más que girase el cuerpo hacia fuera, hacia la abertura de la puerta por donde la lluvia entraba empujada por ráfagas súbitas y frías, por más que afirmase los pies en el saliente de la caja de cambios, no conseguía arrancarse del asiento. Con las dos manos se cogió al techo e intentó levantarse. Era como si quisiese levantar el mundo. Se echó encima del volante, gimiendo, aterrorizado. Ante sus ojos los limpiaparabrisas, que sin querer había puesto en movimiento en medio de la agitación, oscilaban con un ruido seco, de metrónomo. De lejos le llegó el pitido de una fábrica. Y a continuación, en la curva del camino, apareció un hombre pedaleando una bicicleta, cubierto con un gran pedazo de plástico negro por el cual la lluvia escurría como sobre la piel de una foca. El hombre que pedaleaba miró con curiosidad dentro del coche y siguió, quizá decepcionado o intrigado al ver a un hombre solo y no la pareja que de lejos le había parecido.

Lo que estaba pasando era absurdo. Nunca nadie se había quedado preso de esta manera en su propio coche, por su propio coche. Tenía que haber un procedimiento cualquiera para salir de allí. A la fuerza no podía ser. ¿Tal vez en un taller? No. ¿Cómo lo explicaría? ¿Llamar a la policía? ¿Y después? Se juntaría la gente, todos mirando, mientras la autoridad evidentemente tiraría de él por un brazo y pediría ayuda a los presentes, y sería inútil, porque el respaldo del asiento dulcemente lo sujetaría. E irían los periodistas, los fotógrafos y sería exhibido dentro de su coche en todos los periódicos del día siguiente, lleno de vergüenza como un animal trasquilado, en la lluvia. Tenía que buscarse otra forma. Apagó el motor y sin interrumpir el gesto se lanzó violentamente hacia fuera, como quien ataca por sorpresa. Ningún resultado. Se hirió en la frente y en la mano izquierda, y el dolor le causó un vértigo que se prolongó, mientras una súbita e irreprimible ganas de orinar se expandía, liberando interminable el líquido caliente que se vertía y escurría entre las piernas al suelo del coche. Cuando sintió todo esto empezó a llorar bajito, con un gañido, miserablemente, y así estuvo hasta que un perro escuálido, llegado de la lluvia, fue a ladrarle, sin convicción, a la puerta del coche.

Embargó despacio, con los movimientos pesados de un sueño de las cavernas, y avanzó por el sendero, esforzándose en no pensar, en no dejar que la situación se le representase en el entendimiento. De un modo vago sabía que tendría que buscar a alguien que lo ayudase. Pero ¿quién podía ser? No quería asustar a su mujer, pero no quedaba otro remedio. Quizá ella consiguiese descubrir la solución. Al menos no se sentiría tan desgraciadamente solo.

Volvió a entrar en la ciudad, atento a los semáforos, sin movimientos bruscos en el asiento, como si quisiese apaciguar los poderes que lo sujetaban. Eran más de las dos y el día había oscurecido mucho. Vio tres gasolineras, pero el coche no reaccionó. Todas tenían el letrero de "agotada". A medida que penetraba en la ciudad, iba viendo automóviles abandonados en posiciones anormales, con los triángulos rojos colocados en la ventanilla de atrás, señal que en otras ocasiones sería de avería, pero que significaba, ahora, casi siempre, falta de gasolina. Dos veces vio grupos de hombres empujando automóviles encima de las aceras, con grandes gestos de irritación, bajo la lluvia que no había parado todavía.

Cuando finalmente llegó a la calle donde vivía, tuvo que imaginarse cómo iba a llamar a su mujer. Detuvo el coche enfrente del portal, desorientado, casi al borde de otra crisis nerviosa. Esperó que sucediese el milagro de que su mujer bajase por obra y merecimiento de su silenciosa llamada de socorro. Esperó muchos minutos, hasta que un niño curioso de la vecindad se aproximó y pudo pedirle, con el argumento de una moneda, que subiese al tercer piso y dijese a la señora que allí vivía que su marido estaba abajo esperándola, en el coche. Que acudiese deprisa, que era muy urgente. El niño subió y bajó, dijo que la señora ya venía y se apartó corriendo, habiendo hecho el día.

La mujer bajó como siempre andaba en casa, ni siquiera se había acordado de coger un paraguas, y ahora estaba en el umbral, indecisa, desviando sin querer los ojos hacia una rata muerta en el bordillo de la acera, hacia la rata blanda, con el pelo erizado, dudando en cruzar la acera bajo la lluvia, un poco irritada contra el marido que la había hecho bajar sin motivo, cuando podía muy bien haber subido a decirle lo que quería. Pero el marido llamaba con gestos desde dentro del coche y ella se asustó y corrió. Puso la mano en el picaporte, precipitándose para huir de la lluvia, y cuando por fin abrió la puerta vio delante de su rostro la mano del marido abierta, empujándola sin tocarla. Porfió y quiso entrar, pero él le gritó que no, que era peligroso, y le contó lo que sucedía, mientras ella, inclinada, recibía en la espalda toda la lluvia que caía y el pelo se le desarreglaba y el horror le crispaba toda la cara. Y vio al marido, en aquel capullo caliente y empañado que lo aislaba del mundo, retorciéndose entero en el asiento para salir del coche sin conseguirlo. Se atrevió a cogerlo por el brazo y tiró, incrédula, y tampoco pudo moverlo de allí. Como aquello era demasiado horrible para ser creído, se quedaron callados mirándose, hasta que ella pensó que su marido estaba loco y fingía no poder salir. Tenía que ir a llamar a alguien para que lo examinase, para llevarlo a donde se tratan las locuras. Cautelosamente, con muchas palabras, le dijo a su marido que esperase un poquito, que no tardaría, iba a buscar ayuda para que saliese, y así incluso podían comer juntos y ella llamaría a la oficina diciendo que estaba acatarrado. Y no iría a trabajar por la tarde. Que se tranquilizase, el caso no tenía importancia, que no tardaba nada.

Pero, cuando ella desapareció en la escalera, volvió a imaginarse rodeado de gente, la fotografía en los periódicos, la vergüenza de haberse orinado por las piernas abajo, y esperó todavía unos minutos. Y mientras arriba su mujer hacía llamadas telefónicas a todas partes, a la policía, al hospital, luchando para que creyesen en ella y no en su voz, dando su nombre y el de su marido, y el color del coche, y la marca, y la matrícula, él no pudo aguantar la espera y las imaginaciones, y encendió el motor. Cuando la mujer volvió a bajar, el automóvil ya había desaparecido y la rata se había escurrido del bordillo de la acera, por fin, y rodaba por la calle inclinada, arrastrada por el agua que corría de los desagües. La mujer gritó, pero las personas tardaron en aparecer y fue muy difícil de explicar.

Hasta el anochecer el hombre circuló por la ciudad, pasando ante gasolineras sin existencias, poniéndose en colas de espera sin haberlo decidido, ansioso porque el dinero se le acababa y no sabía lo que podía suceder cuando no tuviese más dinero y el automóvil parase al lado de un surtidor para recibir más gasolina. Eso no sucedió, simplemente, porque todas las gasolineras empezaron a cerrar y las colas de espera que aún se veían tan sólo aguardaban el día siguiente, y entonces lo mejor era huir para no encontrar gasolineras aún abiertas, para no tener que parar. En una avenida muy larga y ancha, casi sin otro tránsito, un coche de la policía aceleró y le adelantó y, cuando le adelantaba, un guardia le hizo señas para que se detuviese. Pero tuvo otra vez miedo y no paró. Oyó detrás de sí la sirena de la policía y vio también, llegado de no sabía dónde, un motociclista uniformado casi alcanzándolo. Pero el coche, su coche, dio un ronquido, un arranque poderoso, y salió, de un salto, hacia delante, hacia el acceso a una autopista. La policía lo seguía de lejos, cada vez más de lejos, y cuando la noche cerró no había señales de ellos y el automóvil rodaba por otra carretera.

Sentía hambre. Se había orinado otra vez, demasiado humillado para avergonzarse,. Y deliraba un poco: humillado, humillado. Iba declinando sucesivamente alternando las consonantes y las vocales, en un ejercicio inconsciente y obsesivo que lo defendía de la realidad. No se detenía porque no sabía para qué iba a parar. Pero, de madrugada, por dos veces, aproximó el coche al bordillo e intentó salir despacito, como si mientras tanto el coche y él hubiesen llegado a un acuerdo de paces y fuese el momento de dar la prueba de buena fe de cada uno. Dos veces habló bajito cuando el asiento lo sujetó, dos veces intentó convencer al automóvil para que lo dejase salir por las buenas, dos veces en el descampado nocturno y helado donde la lluvia no paraba, explotó en gritos, en aullidos, en lágrimas, en ciega desesperación. Las heridas de la cabeza y de la mano volvieron a sangrar. Y sollozando, sofocado, gimiendo como un animal aterrorizado, continuó conduciendo el coche. Dejándose conducir.

Toda la noche viajó, sin saber por dónde. Atravesó poblaciones de las que no vio el nombre, recorrió largas rectas, subió y bajó montes, hizo y deshizo lazos y desenlazos de curvas, y cuando la mañana empezó a nacer estaba en cualquier parte, en una carretera arruinada, donde el agua de lluvia se juntaba en charcos erizados en la superficie. El motor roncaba poderosamente, arrancando las ruedas al lodo, y toda la estructura del coche vibraba, con un sonido inquietante. La mañana abrió por completo, sin que el sol llegara a mostrarse, pero la lluvia se detuvo de repente. La carretera se transformaba en un simple camino que adelante, a cada momento, parecía perderse entre piedras. ¿Dónde estaba el mundo? Ante los ojos estaba la sierra y un cielo asombrosamente bajo. Dio un grito y golpeó con los puños cerrado el volante. Fue en ese momento cuando vio que el puntero del depósito de gasolina estaba encima de cero. El motor pareció arrancarse a sí mismo y arrastró el coche veinte metros más. La carretera aparecía otra vez más allá, pero la gasolina se había acabado.

La frente se le cubrió de sudor frío. Una náusea se apoderó de él y lo sacudió de la cabeza a los pies, un velo le cubrió tres veces los ojos. A tientas, abrió la puerta para liberarse de la sofocación que le llegaba y, con ese movimiento, porque fuese a morir o porque el motor se había muerto, el cuerpo colgó hacia el lado izquierdo y se escurrió del coche. Se escurrió un poco más y quedó echado sobre las piedras. La lluvia había empezado a caer de nuevo.

lunes, 28 de junio de 2010

EL LEGADO TEORICO DE LUIS VITALE.

Historia social comparada de los pueblos de America Latina

Historia social comparada de los pueblos de América Latina
Haití: Primera Nación independiente de América Latina
Pensadores latinoamericanistas contemporaneos
El proyecto Andino del Che
Puerto Rico: De Colonia Española a Norteamerica
De Martí a Chiapas. Balance de un Siglo
Contribución al Bicentenario de la revolución
La especialidad de los movimientos sociales
La contribución de Bolívar a la economía política latinoamericana
La dictadura de Gómez y la resistencia de los trabajadores
Un precursor del marxismo latinoamericano
Estado y estructuras de clases de Venezuela
Historia del movimiento obrero venezolano
La primera huelga general de América latina
El papel de la socialdemocracia en América Latina
Julio Antonio Mella
Contribución a la historia del anarquismo en latinoamérica
Repercuciones de la Revolución Mexicana en América Latina
Lecciones de la Revolución nicaraguense

Interpretación marxista de la historia de Chile

Interpretación marxista de la historia de Chile
Historia de la deuda externa Chilena
Y después del 4 ¿Qué?
La vida cotidiana en los campos de concentración de Chile
Historia de la censura en Chile
Contribución a la historia del MIR
El poder en la historia de Chile
Intervenciones militares y poder fáctico en Chile
Las clases sociales a principios del siglo XXI
Génesis y desarrollo del movimiento Obrero Chileno
Los discursos de Clotario Blest
Historia del movimiento Obrero chileno

Una mirada latinoamericana a la Historia Universal

Rebeliones de los primeros movimientos sociales antes del siglo XV
El mundo del siglo XV
Cronología comparada del papel de la mujer en culturas de la Historia
España y Portugal antes de la conquista de América
Balance de dos décadas de neoliberalismo

Teoría de la Historia

Introducción a una teoría de la Historia para America Latina
Modos de producción y formaciones sociales
Los periodos de Transición en la Historia
Acerca del saber histórico
Carta a Juan Rosales

Los pueblos originarios

Medio milenio de discriminación al Pueblo Mapuche
Vigencia y limitaciones de Mariátegui
Cinco mitos del V centenario
Jornadas del V centenario
Chiapas en la tormenta
Desde la barricada de los Zapatistas
Los pueblos originarios en nuestra América
Los Mapuches junto a la resistencia contra Pinochet
Indicaciones al proyecto de ley Indígena

El protagonismo social de la mujer

La mitad Invisible de la Historia
Historia de la mujer en cada país de latinoamérica
Cronología al protagonismo social de la mujer chilena
Artículos de periódicos referidos al tema

El deterioro ambiental

Hacia una historia del Ambiente en América Latina
El tiempo en la relación Sociedad-Naturaleza-Ambiente

Vida cotidiana

Música popular e identidad latinoamericana

Movimientos estudiantiles

El grito de Córdoba y la reforma universitaria de 1918
Ideas para una nueva Reforma Universitaria

Teoría política

Las manifestaciones de la conciencia de clase
Acerca del dogmatismo
Una mirada latinoamericana al manifiesto comunista
Hacia un nuevo internacionalismo
Por una nueva concepción de Partido
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viernes, 25 de junio de 2010

Declaraciones del CHICO BUARQUE,sobre la propuesta de internacionalizar la Amazonia!!

No se trata de internacionalizar lo que ya es internacionalizado. Parece desconocerse este hecho. De nuevo, no es asunto de internacionalizar sino el reconocer la internacionalización si queremos proteger la humanidad de la autodestruccion.



Educadísima Bofetada a los EEUU....!! DECLARACIONES DE CHICO BUARQUE. MINISTRO DE EDUCACIÓN DE BRASIL.

No todos los días un brasileño les da una buena y
educadísima bofetada a los estadounidenses.

Durante un debate en una universidad de Estados Unidos, le
preguntaron al ex gobernador del Distrito Federal y actual
Ministro de Educación de Brasil, CRISTOVÃO CHICO
BUARQUE, qué pensaba sobre la internacionalización de la
Amazonia. Un estadounidense en las Naciones Unidas introdujo
su pregunta, diciendo que esperaba la respuesta de un
humanista y no de un brasileño.

Ésta fue la respuesta del Sr. Cristóvão Buarque:

Realmente, como brasileño, sólo hablaría en contra
de la internacionalización de la Amazonia. Por más que
nuestros gobiernos no cuiden debidamente ese patrimonio,
él es nuestro.

Como humanista, sintiendo el riesgo de la degradación
ambiental que sufre la Amazonia, puedo imaginar su
internacionalización, como también de todo lo demás, que
es de suma importancia para la humanidad.

Si la Amazonia, desde una ética humanista, debe ser
internacionalizada, internacionalicemos también las
reservas de petróleo del mundo entero.

El petróleo es tan importante para el bienestar de la
humanidad como la Amazonia para nuestro futuro. A pesar de
eso, los dueños de las reservas creen tener el derecho de
aumentar o disminuir la extracción de petróleo y subir o no su precio.

De la misma forma, el capital financiero de los países
ricos debería ser internacionalizado. Si la Amazonia es una
reserva para todos los seres humanos, no se debería quemar
solamente por la voluntad de un dueño o de un país. Quemar
la Amazonia es tan grave como el desempleo provocado por las
decisiones arbitrarias de los especuladores globales.

No podemos permitir que las reservas financieras sirvan para
quemar países enteros en la voluptuosidad de la especulación.

También, antes que la Amazonia, me gustaría ver la
internacionalización de los grandes museos del mundo.
El Louvre no debe pertenecer solo a Francia.
Cada museo del mundo es el guardián de las piezas más bellas producidas
por el genio humano. No se puede dejar que ese patrimonio
cultural, como es el patrimonio natural amazónico, sea
manipulado y destruido por el sólo placer de un propietario o de un país.

No hace mucho tiempo, un millonario japonés decidió
enterrar, junto con él, un cuadro de un gran maestro.
Por el contrario, ese cuadro tendría que haber sido
internacionalizado.

Durante este encuentro, las Naciones Unidas están
realizando el Foro Del Milenio, pero algunos presidentes de
países tuvieron dificultades para participar, debido a
situaciones desagradables surgidas en la frontera de los
EE.UU. Por eso, creo que Nueva York, como sede de las
Naciones Unidas, debe ser internacionalizada. Por lo menos
Manhatan debería pertenecer a toda la humanidad.
De la misma forma que París, Venecia, Roma, Londres, Río de
Janeiro, Brasilia... cada ciudad, con su belleza
específica, su historia del mundo, debería pertenecer al mundo entero.

Si EEUU quiere internacionalizar la Amazonia, para no
correr el riesgo de dejarla en manos de los
brasileños,internacionalicemos todos los arsenales
nucleares. Basta pensar que ellos ya demostraron que son
capaces de usar esas armas, provocando una destrucción
miles de veces mayor que las lamentables quemas realizadas
en los bosques de Brasil.

En sus discursos, los actuales candidatos a la presidencia
de los Estados Unidos han defendido la idea de
internacionalizar las reservas forestales del mundo a cambio de la deuda.

Comencemos usando esa deuda para garantizar que cada niño
del mundo tenga la posibilidad de comer y de ir a la
escuela. Internacionalicemos a los niños, tratándolos a
todos ellos sin importar el país donde nacieron, como
patrimonio que merecen los cuidados del mundo entero. Mucho
más de lo que se merece la Amazonia. Cuando los dirigentes
traten a los niños pobres del mundo como Patrimonio de la
Humanidad, no permitirán que trabajen cuando deberían
estudiar; que mueran cuando deberían vivir.

Como humanista, acepto defender la internacionalización
del mundo; pero, mientras el mundo me trate como brasileño,
lucharé para que la Amazonia, sea nuestra. ¡Solamente
nuestra!

OBSERVACIÓN: Este artículo fue publicado en el NEW YORK TIMES, WASHINGTON POST, USA TODAY y en los mayores diarios de EUROPA y JAPÓN.

En BRASIL y el resto de Latinoamérica, este artículo no fué publicado.Ayúdenos a divulgarlo

HOMENAJE AL GRAN POETA UNIVERSAL MIGUEL HERNANDEZ,EN ALICANTE.

Homenaje de PPdM a Miguel Hernandez en Alicante. Por Xuanxo Ashraf Bardibia Garçelya*


ESPAÑA-Alicante: El pasado miércoles, 9 de junio, comenzó en Alicante, Comunidad Valenciana en España, el homenaje Internacional a Miguel Hernández, Hombre y Poeta, por el centenario de de su nacimiento, organizado por Poetas del Mundo y ANUESCA [Asociación de Nuevos Escritores de El Campello], llevado a cabo durante cinco jornadas que concluyeron el domingo día 13 del mes corriente. .



El homenaje al poeta oriolano, constó de dos o tres actos culturales diario, que fueron tan variados como conferencias sobre la vida y obra del poeta, recitales poéticos en lugares emblemáticos del entorno más familiar de Miguel Hernández, como en la Casa de Cultura de nombre homónimo al del poeta homenajeado, que se haya sita junto a la vivienda de la familia Hernández en Orihuela, el Castillo de Santa Bárbara, el paseo marítimo de la playa del Postiguet en Alicante, el cementerio de Alicante , donde descansan Miguel, Josefina y su hijo Manuel Miguel Hernández Manresa.
Además de realizar visitas culturales por Orihuela, Alicante y la costa entre ambas, la de Orihuela fue extraordinariamente guiada por Conchi Galindo, poeta y profesora de lengua, Vicepresidenta de ANUESCA, miembro de Poetas del Mundo, eficiente labor por la que le felicitamos y agradecemos toda la familia de Poetas del Mundo como al guía oficioso en Alicante durante toda nuestra estancia.
Así mismo, el poeta, profesor de literatura, investigador hernandiano y Presidente de la Asociación Cultural Amigos de Miguel Hernández, Iñaki González cuya asociación participó en todos los eventos con la apreciada intervención de varios poetas de la asociación amiga, además de guiarnos muy didácticamente por todo Alicante durante nuestra estancia en la ciudad.



El miércoles 9 a la 10:00 am nos recibía en el Hotel Maya de la capital levantina nuestra compañera Harmonie Botella, Cónsul Gral de Poetas del Mundo en la Comunidad Valenciana, Presidenta de ANUESCA y responsable del Comité Organizativo sobre el terreno, a quien acompañaban los otros dos anfitriones por excelencia que tuvimos durante la semana, Conchi Galindo y Ramón Fernández. En uno de los salones de actos del Hotel presentamos el movimiento literario Poetas del Mundo y recitamos poemas del poeta universal
.




Por la tarde a las 18:00 hrs estuvimos en el salón central de congresos del Club Información, donde se proyectó un power point de nuestro amigo el poeta, escritor y profesor alicantino Manuel Parra Pozuelo, titulado como su último libro “Miguel Hernández una Nueva Visión”, y recitamos poemas propios dedicados a Miguel, presentados por el maestro de ceremonias José María Perea, antiguo director del Club Información.




El día siguiente, el jueves 10 salíamos en autobús hacia Orihuela, donde visitamos el Casino Oriolano-Ateneo Cultural, de finales del s.XIX, comenzado en 1880 y finalizado en 1887, año en que fue inaugurada esta institución cívica, la cual sigue los patrones de la arquitectura academicista y eclecticista, en el que destacan varias instancias como su patio central de azulejería andaluza, el Salón Imperio o de Baile y las estancias delanteras en estilo Imperio. El casino posee una colección pictórica muy interesante, entre la cual se encuentran lienzos de Joaquín Agrasot. Luego, pasamos junto a la Casa de Ramón Sigé, junto a la Catedral de Orihuela, dedicada al Salvador y Santa María, cuya construcción comenzó en el s. XIII y terminó en el XVIII: Abarca los estilos gótico, renacentista y barroco. Más tarde hicimos una emotiva visita a la Casa Museo de Miguel Hernández, a cuya salida arropados por una bandera chilena de tres metros por uno y medio, rendimos nuestro particular homenaje a nuestro amigo, el poeta chileno, fundador y secretario general de nuestro movimiento literario, Poetas del Mundo, quien no pudo asistir por modificaciones inevitables de agenda, y a todo el pueblo chileno en solidaridad con el sufrimiento padecido por los movimientos sísmicos del pasado mes de marzo.



Junto a la Casa Museo del poeta oriolano, recitamos en el Centro de Estudios Miguel Hernández, donde fuimos recibidos por Joan Pamies, ex director y fundador del centro, representante de la familia Hernández durante más de 32 años, quien nos acompañó durante el resto del Encuentro Internacional los restantes cuatro días, y quien en mi humilde opinión, contrastada y coincidente con los demás poetas, es la voz más autorizada sobre la vida y obra del poeta, no sólo por su cercanía familiar a la viuda y descendientes de Miguel Hernández, sino por la inestimable labor de preservación, conservación, investigación y archivo de todos los manuscritos originales de la obra literaria en cuestión, tanto en la transición como antes en la dictadura, con el riesgo personal que esto conllevaba. Además de una charla-coloquio que nos regaló nuestro amigo Joan, Aitor L. Larrabide nos ofreció una comunicación sobre su tesis doctoral, Miguel Hernández y la crítica.

El día siguiente, viernes 11, por la mañana recibimos una extraordinaria conferencia sobre la Vida y Obra de Miguel Hernández en la Universidad Alicantina de San Vicente, cuyos ponentes, todos poetas y escritores, fueron, el Dr. Jose Luís Ferris, quien nos adelantó algunas claves de su último libro sobre el poeta, 'Pasiones, cárcel y muerte de un poeta', Manuel Parra, proyectó el power point documental completo sobre su último libro, 'Síntesis de Miguel Hernández, una nueva visión', Ramón Fernández nos ilustró con una comunicación sobre 'La evolución de la obra del poeta', y los dos compañeros de Poetas del Mundo, Nicole Laurent Catrice, quien vino desde Francia nos ofreció una ponencia sobre 'La traducción de la obra de Miguel Hernández al francés', y Chema Rubio, Cónsul de Poetas del Mundo en Madrid, cuyo tratado versó sobre la 'Vigencia de la obra de Miguel Hernández', conferencia presentada por quien os escribe.



Por la tarde, recitamos en el Patronato de Cultura de la Diputación de Alicante, con música de los cantautores Yolanda Mesquida, acompañada por Nicolás, y Carlos Rubio.
A la salida del patronato, continuó el recital en las plazas de la ciudad, con canciones y bailes improvisados por todos los asistentes, esto se convirtió en costumbre al terminar cada acto.

El día 12, sábado, acudimos al Cementerio de Alicante, donde recitamos junto a la tumba de Miguel, dejamos nuestros poemas en un buzón que se encuentra junto al féretro, y nos acompañaron en el recital, nuestros veintidós amigos poetas del Circulo Poético de Yecla que llegaron esa misma mañana en autobús para unirse al homenaje junto a la tumba y en la fosa común de los represaliados por la dictadura fascista. Por la tarde en el paseo marítimo de la Playa del Postiget, nuestros poemas sonaban con el eco que lanzaban los equipos de sonido contra el Hotel Meliá, entre las palmeras de la playa al atardecer y con los transeúntes disfrutando de la poesía, música en directo y bailes espontáneos.



El domingo día 13, estuvimos de visita en el Castillo de Santa Bárbara con unas inmejorables vistas de la Capital Herculina y su costa. En una de las dependencias del castillo recitamos nuestros poemas, concretamente en la que fueron presos combatientes de los dos bandos durante la Guerra Civil.

Al atardecer, en la Casa de Cultura de El Campello recitamos nuestros poemas, actuaron espectacularmente, el grupo de fusión aflamencada Karamala, el conocido cantautor de la transición Adolfo Celdrán y nuestro compañero de Poetas del Mundo, el peruano Carlos Rubio. También recibimos el agradecimiento de Doña Lourdes Llopis, concejala de cultura de El Campello, único político tanto de derechas o de izquierdas que se dignó en asistir a este evento internacional que la Cónsul General de la Comunidad Valenciana. Doña Harmonie Botella venía anunciando desde principios de Enero.
La casa de cultura de El Campello, por mediación de su director don Pere Reig invitó a Poetas del Mundo a una Picaeta [tapeo-bufet frio] que nos ofreció al clausurar el Homenaje a Miguel Hernández, por lo cual hacemos reciproco nuestro agradecimiento.
Clausuramos el Encuentro Internacional Homenaje a Miguel Hernández, con el nombramiento de Harmoníe Botella como Cónsul Gral de Poetas del Mundo en la Comunidad Valenciana por mi parte en nombre de Luís Arias Manzo, fundador y Secretario Gral de nuestro movimiento literario. Unas palabras de agradecimiento de Galvarino Orellana, mi colega el Secretario Gral. de Poetas del Mundo en Suecia Y La entrega de diplomas por parte de nuestra esplendida anfitriona Harmonie Botella clausuraron el homenaje al poeta universal.
Poetas del Mundo y ANUESCA agradecen a Alicante, El Campello y Orihuela la hospitalidad que nos han mostrados durante estos cinco días, así como a todos los amigos que dejamos allí hasta que la poesía o la vida nos vuelva a unir, también agradecemos el esfuerzo realizado por compañeros y compañeras poetas llegados de diez paises, Nara Oses y Lili Muñoz de Argentina [Patagonia Norte], Galvarino Orellana chileno llegado de Suecia, Beatriz Ramírez de Colombia, Mariana Llano y Carlos Rubio del Perú, Ricardo Picó de Ecuador, Ada de Cuba, Bernardo Silfor de la República Dominicana, Marisa Trejo de Chiapas, México, Nicole Laurent Catrice de Francia y Alí M. Alí Almshawy egipcio llegado de Qatar. Y personalmente quiero agradecer a todo el Comité Organizador del evento, Harmonie Botella, Presidenta del comité, Antonio Ros, Mariana Llano y Mª Ángeles Fdez Jordán, sin quienes me habría sido imposible coordinar este encuentro como Secretario Gral de Poetas del Mundo en España.



VIENTOS DE LOS PUEBLOS SOPLAN DIRECCIÓN ALACANT

Alisios que traéis polen de ceibo de la Patagonia Norte
de un clavel espinado de bastos arbustos negros
crecidos en la línea de fuego que forman las costas chilenas
al empujar los Andes para acercarse al Mediterráneo,
de orquídeas del Orinoco,
azucenas andinas de quemoches y ruiseñores de urgencias
gardenias de Guayaquil, cafetales dominicanos
flores de chocolate de Chiapas y polen de tres aves del paraíso guanches,
con el levante llegó azafrán de la Pirámide de Keops
y rosas de Cartagena y Yecla, con una flor de lis de Bretaña
además de los que llegamos con la borrasca de las Azores

Todo este polen trasportado por los vientos del pueblo de Miguel,
fecundarán la huerta alicantina, para consumir sus frutos en un aquelarre poético
y exportar sus frutos y que sus semillas germinen en el mundo entero

A raíz de este Homenaje Internacional, han surgido memorias audiovisuales que tendrán lugar en la Casa de la Cultura de Cangas de Onis en julio y en la Universidad de Madrid en octubre, donde están todos invitados a recitar.

Un fraternal abrazo desde la poesía a todos y hasta la próxima

Xuanxo Ashraf Bardibia Garçelya*
Sec. Gral. Poetas del Mundo en España:
http://www.poetasdelmundo.com/verInfo_europa.asp?ID=4289

Publicación: 22-06-2010












Violeta Boncheva


Patricia Andrea
Rodriguez

Ahmed
Almarasi

Elena
Kohen

María
Aparecida da Silva

Roberto
Da Silva

Luciana
Campos

Gardenia
Barraza Farinelli

Nkai
Mpiosso-ye-kongo

jueves, 24 de junio de 2010

SARAMAGO Y MONSIVAIS TRASCIENDEN LA MUERTE!!

'Considero a la vida como una posada en la que tengo que quedarme
hasta que llegue la diligencia del abismo'.
Fernando Pessoa, El Libro del Desasosiego


En algunos pueblos de Huasteca, México, se cree que cuando una persona muere, se lleva en su viaje a otra dimensión a alguna alma gemela más de compañía. Y así debe ser porque, dos luces, dos voces de congruencia y compromiso con los débiles y "pequeños" del mundo se nos han ido. Primero, la muerte envolvió en su manto al escritor portugués y Premio Nóbel de Literatura (1998), José Saramago, y después retornó por el cronista, ensayista y periodista popular mexicano Carlos Monsiváis para llevarlos a su posada "de el haber estado y ya no estar".

Puede ser que sea cierta la leyenda porque los dos escritores habían compartido un viaje a Chiapas el 14 de marzo de 1998 durante el cual Monsiváis, conocedor de la zona y amigo de los zapatistas, le abrió los ojos sobre la dignidad de los pueblos tzotziles la que no pudieron destruir ni la pobreza, ni la humillación, ni el dolor durante más de 500 años de injusticia y opresión. Precisamente en aquel viaje Saramago recogió una piedrita de forma piramidal, como recuerdo de lo que jamás se puede olvidar, y luego, aquel trozo basáltico fue transformado por el escritor en una montaña de indignación a través de su artículo "En Recordación de Acteal." Dijo que "el hombre, mi semejante, nuestro semejante, patentó la crueldad como fórmula de uso exclusivo en el planeta y desde la perversión de la crueldad ha organizado una filosofía, un pensamiento, una ideología, en definitiva, un sistema de dominio y de control que ha avocado al mundo a esta situación enferma en que hoy se encuentra".


Mientras tanto, su compañero de viaje, Carlos Monsiváis, llamado cariñosamente por su pueblo, "Monsi," y considerado como la conciencia moral de México, hacía estas denuncias de atrocidades sociales en su columna semanal: "Por mi madre, Bohemios" en la revista Proceso. Lo curioso fue que estos dos escritores luchadores contra la injusticia, Saramago de dimensión universal y de carácter reservado y Monsiváis inmerso en México, bohemio y alegre, amante de gatos, soñaban con escribir su propio "libro del dasosiego", ya inventado por el escritor y poeta portugués, Fernando Pessoa. Tanto el ateo y comunista Saramago como Monsiváis, de formación protestante, creían que todo está mal en el mundo pero no perdían esperanza de componerlo. Saramago solía parafrasear las estrofas de un verso de Antonio Machado: "caminante no hay camino/ se hace camino al andar".


El camino del autor de "Memorial del convento," "Ensayo sobre la ceguera" o "Evangelio según Jesucristo" comenzó cuando en 1969 ingresó al Partido Comunista de Portugal, proscrito por el represivo gobierno fascista de Salazar. El destino de Monsiváis como cronista del México profundo se determinó en 1954 cuando vio a Frida Kahlo en una silla de ruedas empujada por Diego Rivera en una manifestación en contra del derrocamiento de Jacobo Arbenz en Guatemala y de allí asistió a todas las marchas, protestas y actos de resistencia que sus crónicas consignan.


Ambos, creadores y luchadores activos contra lo injusto invocaron a la humanidad crear nuevas ideas para salir del vacío. La muerte se los llevó, pero sus palabras sí están.

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Publicado por ARGENPRESS en 15:35:00
Etiquetas: opinión, Portugal

miércoles, 23 de junio de 2010

UNA ENTREVISTA CON ROBERTO FERNADEZ RETAMAR.

En 2010 conviven en la vida de la Casa de las Américas dos aniversarios cerrados: los 50 años de su revista y los 80 de su presidente, Roberto Fernández Retamar. Imposible no encontrar en esa feliz conjunción señales de perseverancia en el tiempo y en las cosas, como le gustaba decir a Borges, uno de los escritores que más admira el autor de Caliban.

Todos estos signos nos llevaron a solicitarle a Roberto una conversación formal, fuera de los encuentros casuales, de los intercambios de libros, de las reuniones que cotidianamente rigen nuestra agenda de trabajo. En medio de los innumerables homenajes que ha recibido por estos días, tuvo, otra vez y como siempre, la generosidad de aceptar un cuestionario hecho con premura que pretende recorrer el amplio horizonte de su trayectoria intelectual sin eludir nuestra admiración y el pie forzado de sus ocho décadas.

Mirando desde hoy al joven de casi 35 años que ocupó la dirección de la revista en 1965, ¿qué haría diferente, qué no cambiaría, cómo observa esa trayectoria que lo conduce hasta ahora?

Una característica de la revista Casa de las Américas, que he dirigido durante muchos años, es que ha estado atenta al curso de lo que sucede en la vida cultural no solo de Cuba, no solo de la América Latina y el Caribe, sino del mundo todo: por tanto, la revista ha estado cambiando constantemente. ¿Qué haría diferente? Es que he hecho muchas cosas diferentes en la revista. Y creo que en general la revista, dentro de esos cambios, ha tenido una trayectoria vital que se conserva hasta nuestros días.

Durante este medio siglo de existencia de la revista, ¿qué marca hoy la diferencia con respecto a otros años, cómo valora el diálogo entre la revista y su campo intelectual y literario?

Durante medio siglo la revista, siendo la misma, ha sido varias revistas. Hubo una en sus primeros años, antes de empezar yo a dirigirla en 1965, sobre la que no me corresponde hablar. A partir de esa fecha, la revista se asumió en un contexto político muy especial. Había la esperanza de obtener por vía guerrillera el poder en muchos países de nuestra América, y la revista fue fiel a esa esperanza. La realidad no satisfizo esas expectativas. Solamente en Nicaragua, veinte años después del triunfo de la Revolución Cubana, se obtuvo el poder por medio de la lucha guerrillera. En los demás países no ha sido así. La revista ha querido ser fiel a distintos momentos. Hoy día, por ejemplo, hay gobiernos revolucionarios en nuestra América que no llegaron al poder por vía guerrillera. No tiene ningún sentido que nosotros insistamos en proyectos que han cambiado, que son otros. Repito, hay gobiernos revolucionarios en la América Latina que por otras vías llegaron al poder. Y aunque la revista no es en absoluto un mero reflejo de los ideales políticos que se han estado manteniendo, ha vivido dentro del espíritu correspondiente. Por eso, cuando se me pregunta qué marca hoy la diferencia con respecto a otros años, tengo que decir que los años son muy diversos y distintos y por tanto la revista tiene que cambiar obligadamente para seguir siendo una revista válida. ¿Cómo valoro la revista en su relación con su campo intelectual? Durante 50 años ha habido muchos cambios no solo en el orden político, sino en el orden cultural todo, y la revista ha ido cambiando en la medida en que las exigencias lo han requerido.

¿Alguna vez le inquieta la perspectiva de haber abandonado parcialmente su actividad “creadora” para enfrentar el cotidiano reto de dirigir una revista, una institución cultural como la Casa de las Américas, la Academia Cubana de la Lengua y sus deberes en el Consejo de Estado?

Entiendo que la mayor parte de mis actividades no escriturales, por así decir, forman parte también de mi actividad creadora. Creo que dirigir una revista como Casa de las Américas es una actividad cultural creadora. Pensemos en José Lezama Lima, quien durante 12 años dirigió la revista Orígenes y había dirigido antes las revistas Espuela de Plata y Nadie Parecía. No es dable separar la labor “creadora” de Lezama de su labor al frente de esas revistas. Hubo una revista inolvidable en nuestra América, Repertorio Americano, que el costarricense Joaquín García Monge dirigió durante 40 años. Gran parte de la tarea intelectual de García Monge fue haber dirigido esa revista. Esto es válido para la dirección de la revista Casa y para la presidencia de la Casa de las Américas, la cual cuenta con un formidable equipo. La Academia Cubana de la Lengua es cosa distinta. Es una entidad de la que soy director, pero las tareas se distribuyen entre casi todos, si no todos los miembros. Y en cuanto al Consejo de Estado, afortunadamente tal Consejo es muy amplio, con muchos compañeros. Yo insistiría en lo que me parece fundamental de mi trabajo no escritural: la presidencia de la Casa de las Américas y la dirección de la revista. Siento que son manifestaciones de mi labor creadora también.

En una entrevista publicada este año (www.miradasalsur.com), aseguró no sentirse tentado a escribir un autorretrato. Apuntó, no obstante, que si tiene figura de Quijote, por dentro tiene más de Hamlet. ¿Qué razones lo acercan más a este último personaje?

Hamlet es, en la literatura mundial, la encarnación por excelencia de la duda. Bertolt Brecht escribió su famoso poema “Loa de la duda”, y creo recordar que a Marx le atraía dudar de todo. Pertenezco a la familia de los dudadores.

En esa misma entrevista, interrogado sobre algún conjuro contra la nostalgia de lo perdido, confiesa que “existe la satisfacción de vivir entre seres amados y la esperanza de ir a encontrar, aun en la vejez, cosas nuevas: amistades, experiencias”. ¿Nos revelaría algunas de esas experiencias “conjuradoras” más recientes?

Antonio Machado escribió que “se hace camino al andar”. No tengo metas prefijadas, pero al ir andando van apareciendo esas metas. Ochenta años es una edad muy numerosa. Cuando era un muchacho y pensaba, no ya en los 80 años, sino en el año 2000, no se me ocurría que iba a estar en él. Pero las tareas sobre las que se me preguntó me obligan constantemente a estar estableciendo nuevos criterios, nuevas metas. Es difícil señalarlas desde ahora, antes de que yo haga camino al andar.

En poesía, a veces da la impresión de que se escribe hoy de una manera “demasiado estudiada”. Usted, sin embargo, asegura que nunca ha podido proponerse escribir un poema. ¿Cómo nace un poema?

Schiller dijo que él sentía que se iba formando una música en su interior, y era señal de que iba a escribir un poema. A mí me gustó mucho esa observación. No sé cuándo voy a escribir un poema, pero siento algo que puede ser la música de la que hablaba Schiller. Siento algo que se va a convertir en un poema. Repito que no puedo proponerme escribir un poema. Puedo pasarme mucho tiempo sin escribir un poema y de repente, en un fin de semana, escribir todo un cuaderno de poemas, como me ocurrió con un cuaderno llamado Historia antigua y que fue escrito casi todo de un tirón. Sé que hay poesía, como dicen ustedes, demasiado “estudiada”. Ese no es mi caso en absoluto. Escribo ensayos que sí puedo proponerme escribir, pero no un poema. Los poemas vienen cuando ellos quieren.

Los escritores a menudo hablan de un mecanismo de decantación “natural” en sus obras. ¿Pudiera revelarnos algunas de sus claves en ese proceso?

Borges decía que un escritor, cuando es joven, tiende a ser barroco, y cuando madura tiende a ser sencillo. Ello me recuerda a José Martí, quien en su madurez escribió sus Versos sencillos. Esta última palabra no se puede traducir fácilmente a otro idioma, porque cuando se traduce al inglés, por ejemplo, como “simple”, pues la palabra “sencillo” no existe en inglés, no se acierta, porque esos versos no son en absoluto simples. Son extraordinariamente complejos. La madurez, por tanto, implica sencillez, pero en el sentido de los Versos sencillos de Martí. Cuando era muy joven y empecé a escribir mis poemas, ellos eran muy verbosos. Hay un pasaje de la novela de Joyce Retrato del artista adolescente en que el protagonista, Stephen Dedalus, de repente empieza a escribir palabras que le atraían y entre ellas estaba la palabra cáncer. Evidentemente, no era el sentido de la palabra lo que le atraía, sino la música de la palabra. Creo que eso le pasa a todo escritor joven. Yo al principio era muy verboso, y a medida que ha ido pasando el tiempo he ido madurando, utilizo las palabras justas. Ni más ni menos.



El prólogo a la antología de Jorge Luis Borges editada por la Casa y preparada por usted, es un ejemplo de inteligencia y honestidad intelectual. Siendo Borges un declarado enemigo de la Revolución Cubana y ocupando usted un lugar importante dentro de la cultura de nuestro país, puso por delante la inmensidad literaria de Borges y la urgencia de su publicación en Cuba. ¿Cómo ha logrado conciliar esas afinidades y divergencias en la política y en la literatura con otros escritores?

Eso me lleva más atrás de la entrevista con Borges. Soy de los que creen que sigue muy vigente la dualidad izquierda-derecha en la política, pero no en las artes. Creo que no hay arte de derecha y arte de izquierda. Eso ha sido trabajado muy bien por el gran pensador hispanomexicano Adolfo Sánchez Vázquez. Otra cosa es el uso que se pueda hacer de una manifestación artística a favor de una u otra posición política. Pero a mí no se me ocurriría decir a propósito de Borges, a pesar de los disparates que dijo en el orden político, que su obra literaria es de derecha o de izquierda. Es buena, muy buena, excelente. Por tanto, había que rescatar para nosotros, para nuestro ámbito, una obra tan valiosa como la suya. A pesar de los disparates políticos que él dijo. Tuvo una virtud, y es que esos disparates no los dijo en su obra literaria. Eran declaraciones que él hacía, a veces muy agresivas, a veces pueriles, pero su obra literaria no está manchada por esas posiciones políticas. No tendría ningún sentido prescindir nosotros de enriquecernos con esa obra. Esa antología, que se llama Páginas escogidas de Jorge Luis Borges, nació de un encuentro que tuve con él en 1985, en Buenos Aires. Entonces no hablamos de política, sino de literatura. Si volviera a estar en esa situación, volvería a pedirle a Borges que me permitiera publicar sus páginas.

El poeta más importante de la lengua inglesa en el siglo XX fue Ezra Pound, quien fue fascista, militantemente fascista. Borges era un francotirador, un anarquista de derecha, pero Pound era un fascista. Sin embargo, no se entiende la poesía de lengua inglesa en los últimos tiempos si no se entiende la obra poética de Pound, e incluso, más allá de la poesía de lengua inglesa. Un autor como Ernesto Cardenal ha repetido muchas veces que su gran maestro poético es Ezra Pound. Después de esto, ¿qué se puede decir? Evidentemente, a partir de las ideas o posiciones políticas de un autor no se puede juzgar su obra literaria. Son dos entidades independientes.

Hace algunos años reuní en un pequeño libro trabajos sobre poetas y sobre poesía que había escrito y lo llamé La poesía, reino autónomo. Creo que el arte es un reino autónomo. No puede ser juzgado a partir de las creencias políticas, religiosas, deportivas, sexuales, etcétera, de un autor. Sencillamente, tiene un valor en sí mismo y hay que reconocer ese valor.

En más de una ocasión ha dicho que desafortunadamente su ensayo Caliban sigue vigente en el contexto latinoamericano y caribeño. Sin embargo, es evidente el cambio de signo que se ha producido en la región, impulsado principalmente por la revolución bolivariana. Usted ha sido testigo de momentos similares en el continente: la violentada Revolución de Allende, la sandinista y otros movimientos importantes. Teniendo como telón de fondo esa experiencia, ¿cómo valora el papel del intelectual y dónde lo sitúa hoy en este “cambio de época”, como lo ha denominado Rafael Correa? ¿Cómo es más útil el intelectual?

Voy a explicar por qué he dicho que desafortunadamente Caliban sigue vigente. En un momento dado, el gran orador ateniense Demóstenes produjo una serie de discursos contra Filipo, rey de Macedonia, padre del que sería Alejandro Magno, alertando que constituía un peligro muy grande para Atenas. Esos discursos de Demóstenes, que se aprecian mucho, se dieron a conocer con el nombre de Filípicas. Ellas se leen hoy sin relación ninguna con la situación de Filipo. Eso pasó hace más de dos mil años. Sin embargo, se siguen leyendo por su valor literario, ya no por el valor político que tuvieron en su momento. Pienso que esto es válido para otras obras. Por ejemplo, es triste que “Nuestra América”, de José Martí, tenga tanta vigencia, porque eso quiere decir que la situación que estamos viviendo ahora se parece mucho a la situación que vivió Martí. ¡Qué bueno que algún día se pueda leer “Nuestra América” como las Filípicas de Demóstenes, porque ya no exista el imperialismo, porque ya no exista la situación que vivimos! A eso me refería cuando dije que me gustaría que Caliban perdiera actualidad coyuntural, política, y se convirtiera en un texto puramente literario. Desgraciadamente, no es así.

En cuanto a otra parte de la pregunta, hay que tener en cuenta que la palabra intelectual es una palabra muy amplia, sobre la que escribió con su habitual agudeza Antonio Gramsci. Entre sus Cuadernos de la cárcel hay uno que se llama Los intelectuales y la organización de la cultura y allí de alguna manera define lo que es un intelectual. En primer lugar, dice que hay seres humanos intelectuales, pero no los hay no intelectuales. La faena intelectual es propia de los seres humanos. En algunos, se especializa esa faena. Pero cuando Gramsci habla de intelectuales no se refiere solo, como se suele hacer por error, a escritores y artistas. Habla también de sacerdotes, de dirigentes políticos, de maestros, de científicos, de técnicos. Todos ellos son intelectuales. Tomado así, en un sentido amplio, el término, me parece evidente que hay intelectuales —aquí sí— de derecha y de izquierda. Aquí sí existe esa dualidad política. Hay intelectuales que trabajan a favor de la derecha y hay intelectuales que trabajan a favor de la izquierda. A mí los que más me interesan, como es natural, son los que trabajan a favor de la izquierda. En el caso concreto de estos movimientos que usted menciona: la Unidad Popular de Allende, el triunfo sandinista en Nicaragua, la Revolución Bolivariana en Venezuela, la Revolución Ciudadana en Ecuador, la revolución de Evo Morales en Bolivia, etcétera, me parece que los más valiosos intelectuales son aquellos que se ponen al servicio de estas causas justas, que han trabajado o trabajan en favor de estos procesos revolucionarios. Es muy complejo, pero así veo las cosas. Hay intelectuales de derecha que no carecen de valor, pero su valor político es negativo.

Me gusta mucho que ustedes citen aquí lo que el presidente ecuatoriano Rafael Correa llamó “cambio de época”, más que una época de cambio. Creo que la América Latina vive ese cambio de época. Lo que sucedió con nosotros al principio de la Revolución Cubana está ocurriendo ahora, cincuenta años después, en otros países de nuestra América. Creo que los mejores intelectuales colaboran en esa magna faena que implica un cambio de época.

Desde esos movimientos en el poder, ¿cómo usted ve la utilidad de ese intelectual, de su participación?

Eso ha sido en Cuba objeto de mucha meditación. Incluso, como sabemos, a mediados del año 1961 hubo una reunión de escritores y artistas cubanos con dirigentes de la Revolución, donde se habló muchísimo. Desgraciadamente no se han conservado, que yo sepa, las transcripciones de lo que allí se dijo. Lamento mucho que así sea. Fidel pronunció al final el memorable discurso que se ha conocido como “Palabras a los intelectuales”, y son en realidad “Palabras a los escritores y artistas”. Incluso este discurso tan importante no se entiende del todo porque allí se alude a intervenciones de escritores y artistas cuyas transcripciones no existen. A ese discurso le falta ese contexto. Allí dijo Fidel palabras que se hicieron muy famosas, como aquellas de que “dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada”. No, como se ha dicho equivocada o malignamente, “fuera de la Revolución”, sino “contra la Revolución”. “Dentro de la Revolución todo” qué quiere decir. Quiere decir que hay un amplísimo campo de trabajo para los escritores y artistas, y quiere decir también que la crítica hecha dentro de la Revolución es válida. Cuando un revolucionario critica aspectos de la Revolución que considera negativos no está contra la Revolución. Está dentro de la Revolución, si es un revolucionario consecuente. Nosotros hemos vivido cincuenta años en los cuales se han hecho maravillas a nombre de la Revolución, y también se han cometido errores. Por ejemplo, las UMAP, las Unidades Militares de Ayuda a la Producción. En aquel momento, un grupo de escritores y artistas, entre los que me encontraba, entendimos que eso era un error y estuvimos contra ese error dentro de la Revolución. De los escritores y artistas que entonces nos reunimos recuerdo a Julio García Espinosa, Lisandro Otero, Sergio Corrieri, Tomás Gutiérrez Alea. Pasado el tiempo, Titón derivó de esas posiciones su excelente película Fresa y chocolate. No sospeché que se iba a producir un hecho artístico de tanta relevancia. Tengo algunos poemas de aquella época que tienen que ver con eso, pero los poemas son a menudo casi misteriosos, casi clandestinos. En cambio la película tuvo gran difusión. Por tanto, una vez hecha poder la Revolución el intelectual revolucionario a más de participar en las mil tareas de creación, está no ya en el derecho, sino en el deber de señalar los aspectos que considere negativos en la Revolución, para fortalecerla, no para debilitarla.

En estos días ha recibido muchos homenajes por sus ocho décadas de vida. En más de una ocasión ha confesado que no se siente como un hombre de esta edad. ¿En qué desafío o dilema personal lo coloca la llegada de sus ochenta años?

Jean Cocteau afirmó: “Lo malo de la vejez es que se permanece joven”. Por otra parte, Borges escribió que con los años el animal ha muerto o casi. La arquitectura material se va desvaneciendo. Según se colige de lo que expresó Borges, si el animal ha muerto o casi, es que somos prácticamente solo espíritu. Hay algo de eso, y algo de la frase de Cocteau. Digamos que el cuerpo está casi muerto pero se tienen ojos y los ojos siguen viendo, y lo hacen con la pasión de un joven. Debo decir que con motivo de estos homenajes que he recibido al arribar a mi numerosísima edad, he pensado que se quiere saber lo que van a decir de uno, después de muerto, los que nos quieren. Bueno, gracias a esta serie de homenajes, ahora que el animal ha muerto o casi, he sabido lo que quienes me quieren van a decir de mí después.

TOMADO DE LA REVISTA LA JIRIBILLA DE CUBA.

RECORDANDO A CARLOS MONSIVAIS..

martes 22 de junio de 2010
México: Carlos Monsiváis

Teodoro Rentería Arróyave (especial para ARGENPRESS.info)


Con Carlos Monsiváis Aceves, suman tres grandes de las letras y de las luchas sociales que se nos han ido en los últimos días. Ya están con él en el éter de lo infinito e insondable: Carlos Montemayor y José de Sousa Saramago.

Los tres entre sí, en cuanto a sus obras literarias, son autores totalmente diferentes, sin embargo estaban unidos en cuanto a sus luchas y obras sociales. Los tres se ubicaban en la izquierda, inclusive a Saramago después de muerte se le quiere insultar con el epíteto de comunista.


Con Carlos Monsiváis me unirán por siempre el haber compartido la presentación de libros de amigos mutuos, y muy importante, en la Cámara de Diputados, en las consultas públicas convocadas, donde siempre defendimos las libertades de prensa y expresión y nos opusimos a la imposición de leyes mordaza, lo que finalmente ocurrió con esa engañosa y mal llamada Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental.


Carlos Monsiváis Aceves nació y vivió en la Colonia Portales de la Ciudad de México, 4 de mayo de 1938, donde también pasé la juventud, sin embargo la vida nos encontró mucho después, me fue enriquecedor conocerlo y tratarlo a pesar de la tardanza, luego los encuentros fueron frecuentes, por algo sus críticos lo motejaron como “el ajonjolí de todos los moles”, para nuestra opinión tenía la cualidad de la ubicuidad intelectual.


Monsi, como le decían sus allegados, nos dejó este pasado 19 de junio, tras una enfermedad que se lo llevó sin considerar que fue uno de los escritores más importantes del México y del mundo contemporáneo.


Escojo algunos párrafos que circulan en la red y que describen muy bien al escritor y periodista, que ya ha entrado en la inmortalidad: “La capacidad crítica de Carlos Monsiváis, su estatura intelectual y su peculiaridad estilística lo convirtieron en una de las voces más reconocibles del panorama cultural hispánico.


De igual modo, su omnipresencia en múltiples foros, revistas, mesas redondas, programas de radio y televisión, periódicos, coloquios, museos, películas, antologías, prólogos, etc. lo hicieron una celebridad y uno de los personajes fundamentales de la ciudad de México”.


Agregaría, como lo mencioné en la ceremonia de entrega de los Premios Estatales de Periodismo de Tamaulipas, celebrada exacto horas después del fallecimiento del prolijo escritor y periodista, que Carlos Monsiváis entró a la historia desde su misma participación en el Movimiento Estudiantil de 1968.


Lo hemos dicho y lo sostenemos: ese movimiento del 68, fue el parte aguas de las libertades de prensa y expresión, antes las órdenes a los medios de comunicación se daban desde Palacio Nacional, y para vergüenza nuestra, inclusive desde la embajada de Estados Unidos. Esa es una parte de la grandeza de los jóvenes del 68, por esa y por muchas otras noblezas, Carlos Monsiváis está en la historia de México, en la historia universal.

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sábado, 19 de junio de 2010

ESTE MUNDO DE LA INJUSTICIA GLOBALIZADA.

José Saramago
(EL PAIS. 06/Febrero/2002)

ESTE MUNDO DE LA INJUSTICIA GLOBALIZADA
Este texto fue leído en la clausura del Foro Mundial Social reunido en Porto Alegre (Brasil)

Comenzaré por contar en brevísimas palabras un hecho notable de la vida rural ocurrido en una aldea de los alrededores de Florencia hace más de cuatrocientos años. Me permito solicitar toda su atención para este importante acontecimiento histórico porque, al contrario de lo habitual, la moraleja que se puede extraer del episodio no tendrá que esperar al final del relato; no tardará nada en saltar a la vista.

Estaban los habitantes en sus casas o trabajando los cultivos, entregado cada uno a sus quehaceres y cuidados, cuando de súbito se oyó sonar la campana de la iglesia. En aquellos píos tiempos (hablamos de algo sucedido en el siglo XVI), las campanas tocaban varias veces a lo largo del día, y por ese lado no debería haber motivo de extrañeza, pero aquella campana tocaba melancólicamente a muerto, y eso sí era sorprendente, puesto que no constaba que alguien de la aldea se encontrase a punto de fenecer. Salieron por lo tanto las mujeres a la calle, se juntaron los niños, dejaron los hombres sus trabajos y menesteres, y en poco tiempo estaban todos congregados en el atrio de la iglesia, a la espera de que les dijesen por quién deberían llorar. La campana siguió sonando unos minutos más, y finalmente calló. Instantes después se abría la puerta y un campesino aparecía en el umbral. Pero, no siendo éste el hombre encargado de tocar habitualmente la campana, se comprende que los vecinos le preguntasen dónde se encontraba el campanero y quién era el muerto. 'El campanero no está aquí, soy yo quien ha hecho sonar la campana', fue la respuesta del campesino. 'Pero, entonces, ¿no ha muerto nadie?', replicaron los vecinos, y el campesino respondió: 'Nadie que tuviese nombre y figura de persona; he tocado a muerto por la Justicia, porque la Justicia está muerta'.

¿Qué había sucedido? Sucedió que el rico señor del lugar (algún conde o marqués sin escrúpulos) andaba desde hacía tiempo cambiando de sitio los mojones de las lindes de sus tierras, metiéndolos en la pequeña parcela del campesino, que con cada avance se reducía más. El perjudicado empezó por protestar y reclamar, después imploró compasión, y finalmente resolvió quejarse a las autoridades y acogerse a la protección de la justicia. Todo sin resultado; la expoliación continuó. Entonces, desesperado, decidió anunciar urbi et orbi (una aldea tiene el tamaño exacto del mundo para quien siempre ha vivido en ella) la muerte de la Justicia. Tal vez pensase que su gesto de exaltada indignación lograría conmover y hacer sonar todas las campanas del universo, sin diferencia de razas, credos y costumbres, que todas ellas, sin excepción, lo acompañarían en el toque a difuntos por la muerte de la Justicia, y no callarían hasta que fuese resucitada. Un clamor tal que volara de casa en casa, de ciudad en ciudad, saltando por encima de las fronteras, lanzando puentes sonoros sobre ríos y mares, por fuerza tendría que despertar al mundo adormecido... No sé lo que sucedió después, no sé si el brazo popular acudió a ayudar al campesino a volver a poner los lindes en su sitio, o si los vecinos, una vez declarada difunta la Justicia, volvieron resignados, cabizbajos y con el alma rendida, a la triste vida de todos los días. Es bien cierto que la Historia nunca nos lo cuenta todo...

Supongo que ésta ha sido la única vez, en cualquier parte del mundo, en que una campana, una inerte campana de bronce, después de tanto tocar por la muerte de seres humanos, lloró la muerte de la Justicia. Nunca más ha vuelto a oírse aquel fúnebre sonido de la aldea de Florencia, mas la Justicia siguió y sigue muriendo todos los días. Ahora mismo, en este instante en que les hablo, lejos o aquí al lado, a la puerta de nuestra casa, alguien la está matando. Cada vez que muere, es como si al final nunca hubiese existido para aquellos que habían confiado en ella, para aquellos que esperaban de ella lo que todos tenemos derecho a esperar de la Justicia: justicia, simplemente justicia. No la que se envuelve en túnicas de teatro y nos confunde con flores de vana retórica judicial, no la que permitió que le vendasen los ojos y maleasen las pesas de la balanza, no la de la espada que siempre corta más hacia un lado que hacia otro, sino una justicia pedestre, una justicia compañera cotidiana de los hombres, una justicia para la cual lo justo sería el sinónimo más exacto y riguroso de lo ético, una justicia que llegase a ser tan indispensable para la felicidad del espíritu como indispensable para la vida es el alimento del cuerpo. Una justicia ejercida por los tribunales, sin duda, siempre que a ellos los determinase la ley, mas también, y sobre todo, una justicia que fuese emanación espontánea de la propia sociedad en acción, una justicia en la que se manifestase, como ineludible imperativo moral, el respeto por el derecho a ser que asiste a cada ser humano.

Pero las campanas, felizmente, no doblaban sólo para llorar a los que morían. Doblaban también para señalar las horas del día y de la noche, para llamar a la fiesta o a la devoción a los creyentes, y hubo un tiempo, en este caso no tan distante, en el que su toque a rebato era el que convocaba al pueblo para acudir a las catástrofes, a las inundaciones y a los incendios, a los desastres, a cualquier peligro que amenazase a la comunidad. Hoy, el papel social de las campanas se ve limitado al cumplimiento de las obligaciones rituales y el gesto iluminado del campesino de Florencia se vería como la obra desatinada de un loco o, peor aún, como simple caso policial. Otras y distintas son las campanas que hoy defienden y afirman, por fin, la posibilidad de implantar en el mundo aquella justicia compañera de los hombres, aquella justicia que es condición para la felicidad del espíritu y hasta, por sorprendente que pueda parecernos, condición para el propio alimento del cuerpo. Si hubiese esa justicia, ni un solo ser humano más moriría de hambre o de tantas dolencias incurables para unos y no para otros. Si hubiese esa justicia, la existencia no sería, para más de la mitad de la humanidad, la condenación terrible que objetivamente ha sido. Esas campanas nuevas cuya voz se extiende, cada vez más fuerte, por todo el mundo, son los múltiples movimientos de resistencia y acción social que pugnan por el establecimiento de una nueva justicia distributiva y conmutativa que todos los seres humanos puedan llegar a reconocer como intrínsecamente suya; una justicia protegida por la libertad y el derecho, no por ninguna de sus negaciones. He dicho que para esa justicia disponemos ya de un código de aplicación práctica al alcance de cualquier comprensión, y que ese código se encuentra consignado desde hace cincuenta años en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aquellos treinta derechos básicos y esenciales de los que hoy sólo se habla vagamente, cuando no se silencian sistemáticamente, más desprestigiados y mancillados hoy en día de lo que estuvieran, hace cuatrocientos años, la propiedad y la libertad del campesino de Florencia. Y también he dicho que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, tal y como está redactada, y sin necesidad de alterar siquiera una coma, podría sustituir con creces, en lo que respecta a la rectitud de principios y a la claridad de objetivos, a los programas de todos los partidos políticos del mundo, expresamente a los de la denominada izquierda, anquilosados en fórmulas caducas, ajenos o impotentes para plantar cara a la brutal realidad del mundo actual, que cierran los ojos a las ya evidentes y temibles amenazas que el futuro prepara contra aquella dignidad racional y sensible que imaginábamos que era la aspiración suprema de los seres humanos. Añadiré que las mismas razones que me llevan a referirme en estos términos a los partidos políticos en general, las aplico igualmente a los sindicatos locales y, en consecuencia, al movimiento sindical internacional en su conjunto. De un modo consciente o inconsciente, el dócil y burocratizado sindicalismo que hoy nos queda es, en gran parte, responsable del adormecimiento social resultante del proceso de globalización económica en marcha. No me alegra decirlo, mas no podría callarlo. Y, también, si me autorizan a añadir algo de mi cosecha particular a las fábulas de La Fontaine, diré entonces que, si no intervenimos a tiempo -es decir, ya- el ratón de los derechos humanos acabará por ser devorado implacablemente por el gato de la globalización económica.

¿Y la democracia, ese milenario invento de unos atenienses ingenuos para quienes significaba, en las circunstancias sociales y políticas concretas del momento, y según la expresión consagrada, un Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo? Oigo muchas veces razonar a personas sinceras, y de buena fe comprobada, y a otras que tienen interés por simular esa apariencia de bondad, que, a pesar de ser una evidencia irrefutable la situación de catástrofe en que se encuentra la mayor parte del planeta, será precisamente en el marco de un sistema democrático general como más probabilidades tendremos de llegar a la consecución plena o al menos satisfactoria de los derechos humanos. Nada más cierto, con la condición de que el sistema de gobierno y de gestión de la sociedad al que actualmente llamamos democracia fuese efectivamente democrático. Y no lo es. Es verdad que podemos votar, es verdad que podemos, por delegación de la partícula de soberanía que se nos reconoce como ciudadanos con voto y normalmente a través de un partido, escoger nuestros representantes en el Parlamento; es cierto, en fin, que de la relevancia numérica de tales representaciones y de las combinaciones políticas que la necesidad de una mayoría impone, siempre resultará un Gobierno. Todo esto es cierto, pero es igualmente cierto que la posibilidad de acción democrática comienza y acaba ahí. El elector podrá quitar del poder a un Gobierno que no le agrade y poner otro en su lugar, pero su voto no ha tenido, no tiene y nunca tendrá un efecto visible sobre la única fuerza real que gobierna el mundo, y por lo tanto su país y su persona: me refiero, obviamente, al poder económico, en particular a la parte del mismo, siempre en aumento, regida por las empresas multinacionales de acuerdo con estrategias de dominio que nada tienen que ver con aquel bien común al que, por definición, aspira la democracia. Todos sabemos que así y todo, por una especie de automatismo verbal y mental que no nos deja ver la cruda desnudez de los hechos, seguimos hablando de la democracia como si se tratase de algo vivo y actuante, cuando de ella nos queda poco más que un conjunto de formas ritualizadas, los inocuos pasos y los gestos de una especie de misa laica. Y no nos percatamos, como si para eso no bastase con tener ojos, de que nuestros Gobiernos, esos que para bien o para mal elegimos y de los que somos, por lo tanto, los primeros responsables, se van convirtiendo cada vez más en meros comisarios políticos del poder económico, con la misión objetiva de producir las leyes que convengan a ese poder, para después, envueltas en los dulces de la pertinente publicidad oficial y particular, introducirlas en el mercado social sin suscitar demasiadas protestas, salvo las de ciertas conocidas minorías eternamente descontentas...

¿Qué hacer? De la literatura a la ecología, de la guerra de las galaxias al efecto invernadero, del tratamiento de los residuos a las congestiones de tráfico, todo se discute en este mundo nuestro. Pero el sistema democrático, como si de un dato definitivamente adquirido se tratase, intocable por naturaleza hasta la consumación de los siglos, ése no se discute. Mas si no estoy equivocado, si no soy incapaz de sumar dos y dos, entonces, entre tantas otras discusiones necesarias o indispensables, urge, antes de que se nos haga demasiado tarde, promover un debate mundial sobre la democracia y las causas de su decadencia, sobre la intervención de los ciudadanos en la vida política y social, sobre las relaciones entre los Estados y el poder económico y financiero mundial, sobre aquello que afirma y aquello que niega la democracia, sobre el derecho a la felicidad y a una existencia digna, sobre las miserias y esperanzas de la humanidad o, hablando con menos retórica, de los simples seres humanos que la componen, uno a uno y todos juntos. No hay peor engaño que el de quien se engaña a sí mismo. Y así estamos viviendo.

No tengo más que decir. O sí, apenas una palabra para pedir un instante de silencio. El campesino de Florencia acaba de subir una vez más a la torre de la iglesia, la campana va a sonar. Oigámosla, por favor.


Enviado por: ELOISA LÓPEZ