LOS UNIVERSOS PARALELOS,TIENEN UNA BASE MATEMATICA.

LOS UNIVERSOS PARALELOS,TIENEN UNA BASE MATEMATICA.
UNA LINEA DE TIEMPO, COMO UN ARBOL QUE CRECE Y SE BIFURCA INFINITAMENTE.

ANTONIO UNGAR.

ANTONIO UNGAR.
PREMIO HERRALDE DE NOVELA 2010.

ES TU MIRADA...

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CAYENDO SOBRE EL VALLE...

EL GRAN POETA OCTAVIO PAZ.

EL GRAN POETA OCTAVIO PAZ.
EL POETA DE LA OTREDAD..

JORGE LUIS BORGES

JORGE LUIS BORGES
POEMAS DE LA MONEDA DE HIERRO..

GABRIEL GARCIA MARQUEZ.

GABRIEL GARCIA MARQUEZ.
COMO COMENCE A ESCRIBIR..

LOS DETECTIVES SALVAJES

LOS DETECTIVES SALVAJES
ROBERTO BOLAñOS.

EDUARDO MENDOZA.

EDUARDO MENDOZA.
PREMIO PLANETA 2010.

MIGUEL HERNANDEZ.

MIGUEL HERNANDEZ.
POESIA,QUE NO CESA!!

UN DESNUDO.

UN DESNUDO.
OBRA DE RENOIR.

ENRIQUE LIHN

ENRIQUE LIHN
EL GRAN POETA CHILENO.

COLLAR DE CARACOLAS,PARA EL MUELLE QUE AMAMOS.

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ANTOLOGIA TEMATICA.OH PUERTO COLOMBIA!!

JOSE LUIS DIAZ GRANADOS.

JOSE LUIS DIAZ GRANADOS.
UN GRAN POETA.

RESEñADO EN EL DICCIONARIO LATINOAMERICANO DE POETAS.

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LIBROS Y LETRAS.

REVISTA MOLINO DE LETRAS NUMERO NUEVE.

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MICROCUENTO UNA SOMBRA.

PAISAJES AMERICANOS.

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ASHER B.DURAN.

MUJER EN EL JARDIN.

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DE CLAUDE MONET.

MADAME BOVARY

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AUTOR FLAUBERT.

PABLO NERUDA.

PABLO NERUDA.
UN POETA UNIVERSAL.

ESCRITOR COLOMBIANO, DE LA COSTA CARIBE.

ESCRITOR COLOMBIANO, DE LA COSTA CARIBE.
MAURICIO PABON LOZANO.

PARLAMENTO NACIONAL DE ESCRITORES DE COLOMBIA.

PARLAMENTO NACIONAL DE ESCRITORES DE COLOMBIA.
UN COMPROMISO CON EL PAIS Y LA LITERATURA.

PASEO DE BOLIVAR EN BARRANQUILLA.

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ESTATUA DEL LIBERTADOR.

MI AMIGO EL CUENTO TOMO II

MI AMIGO EL CUENTO TOMO II
PUBLICACION DE MIS TRABAJOS LITERARIOS.

PORTADA DE LA REVISTA TALLER LUNA Y SOL.

PORTADA DE LA REVISTA TALLER  LUNA Y SOL.
PUBLICACION DE MIS TRABAJOS LITERARIOS.

LA PLAZA DE BOLIVAR EN CARACAS.

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SIMBOLO DE LA UNIDAD LATINOAMERICANA.

PORTADA DE LA REBELION DE LAS RATAS.

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DE FERNANDO SOTO APARICIO.

TALLER LITERARIO LA URRAKA.

TALLER LITERARIO LA URRAKA.
UN UNIVERSO PARA COMPARTIR LA LITERATURA.

PUBLICACION DEL TOMO I,DEL LIBRO MI AMIGO EL CUENTO.

PUBLICACION DEL  TOMO I,DEL LIBRO MI AMIGO EL CUENTO.
PUBLICACION DE MIS MICROCUENTOS.

UNA POESIA TELURICA.

UNA POESIA TELURICA.
PAUL ELUARD.

LEON TROTSKY.

LEON TROTSKY.
FOTO TOMADA EN EL FRENTE POLACO.

UNA APROXIMACION A LA OBRA LITERARIA DE LA POETISA MEYRA DEL MAR.

UNA APROXIMACION A LA OBRA LITERARIA DE LA POETISA MEYRA DEL MAR.
AUTOR.CESAR MOLINA CONSUEGRA.

ALI CHUMACERO.

ALI CHUMACERO.
EL GRAN POETA MEJICANO.

HASTA SIEMPRE LUIS VITALE!!

HASTA SIEMPRE LUIS VITALE!!
TE QUEDARAS CON NOSOTROS!!

sábado, 24 de octubre de 2009

LO ESTETICO LO CONCRETO ESIO MACEDO RIBEIRO.TRADUCCION DE LEO LOBOS.

Lo estético lo concreto

Ésio Macedo Ribeiro


Poesía Brasileña Contemporánea
Traducción y selección Leo Lobos




Pienso colocar comas

En puntos interrogativos

Y transformar el fin en el medio de la frase





“El arte tiene valor porque nos tira de aquí”

Bernardo Joares



Se levanta el telón



“Ir directo a los hechos sería ahora por ejemplo correr sin comas al lavaplatos armado de las más higiénica de las intenciones & un buen jabón biodegradable” Caio Fernando Abreu




La rueda de la locura



A Rubens Corrêa



La “o” de locura,

Es un círculo

Que gira gira gira



La rueda de la locura,

Gira a la persona

Que gira gira gira



El dolor de la locura,

Duele en la persona

Que gira gira gira



La fe de la locura,

Cree en la persona

Que gira gira gira



Girar con la locura

Es gritar

Que gira gira gira




María
Después de dar clases un día cualquiera

María volvió a casa, como siempre,

Para dar almuerzo a los pequeños.



Pero aquel no era un día cualquiera.



Al entrar vio a uno de sus hijos muerto sobre el fuego de la cocina.



No dijo nada.



Cubierta por una manta vaga por las calles.

Todos ríen de ella.

Gritan

La ofenden.

Ella les devuelve reverencias de reina destronada.



En las tardes los niños en coro cantan su nombre.

Ella corre tras ellos, que corren

Hechizados e inocentes.








Lo estético lo concreto


A Oswald de Andrade



Hay una mujer

sobre

el Viaducto del té

que se contorsiona

sin pensar



ira ella a saltar sobre el Jardín suspendido

del Valle de Anhangá,

o saltara al cajón de autos que

rápidos van sobre los excrementos concretos








Riesgos
Entro debajo de los autos en movimiento.

Salto de los viaductos.

Salto de las ventanas de los edificios.

Buceo en las cataratas del Iguazú.

Nado en el mar de Hawai.

Vuelo en alas delta.

Navego en balsa en un mar bravío.

Salto de paracaídas.



Son riesgos que quiero correr.

Ya no quiero estar aquí.





Enigma
Hay un niño
Que llora por una cosa

Que ni nombre tiene



La gente mira al niño

La cosa.



Reímos,

pues sabemos

que encima de las nubes

hay estrellas

en caos danzantes




El poeta nunca duerme
Nunca despierta


El velador
Ningún sonido

Ni bocinas

De agitación

De locura



El silencio sería sepulcral

Si no fuera por ese despierto,

Que vela el sueño del mundo.







Espacios



El día es soledad



el dolor es soledad



el amor es soledad



y yo estoy solo



solo eso.





Mi poesía no tiene dobles,

Compostura, no anda atrás de nadie.

Solo es, solo se mantiene mientras

El tiempo la hace viento

Sobre las hojas de papel.









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Ésio Macedo Ribeiro (Frutal, Minas Gerais, Brasil, 1963) es poeta, bibliófilo, traductor e intérprete (portugués-inglés), doctorado en letras por la Universidad de São Paulo. Realizó una investigación iconográfica para el libro: Oswald de Andrade Obra Incompleta, coordinado por el profesor Dr. Jorge Schwartz USP. Prepara un trabajo universitario sobre la poesía de Lucio Cardoso (novelista, poeta, dramaturgo, artista plástico y guionista de cine 1913-1968). Publicó los libros de poesía: Y Lucifer da su beso (1993), y Mar de amor al mar (1998), Puntuación circense (2000) y el ensayo Juegos de palabras: la génesis de la poesía infantil de José Paulo Paes (1998). Posee una colección completa de primeras ediciones de la escritora Hilda Hilst (1930-2004). La Poesía es para Esio Macedo Ribeiro “el ojo que traduce las cosas que no pasan a los simples mortales y, también, un modo de hacer las cosas del mundo menos sufridas. Poesía es vida."

Leo Lobos (Santiago de Chile, 1966) es poeta, ensayista, traductor y artista visual.

Santiago de Chile, enero 7 de 2006.


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viernes, 23 de octubre de 2009

CUANDO SE DURMIO...

CUANDO SE DURMIO PLACIDA Y ETERNAMENTE,SIN SUEñOS,NI PESADILLAS,EL MAMUT DESAPARECIO DEFINITIVAMENTE!

jueves, 22 de octubre de 2009

ACERCA DE "MAS ALLA DEL CAPITAL" DE LUBOWITZ.

ES UNA OBRA MONUMENTAL,Y DE ENORME ESFUERZO INVESTIGATIVO Y TEORICO,SE TRATA SEGUN EL AUTOR DE AJUSTAR A EL ENFOQUE MATERIALISTA HISTORICO ,LAS NUEVAS TENDENCIAS DEL SISTEMA,SU REORGANIZACION INTERNA,SUS CAMBIOS EN SU FUNCIONAMIENTO,Y LA NUEVA MODALIDAD DE SUS CRISIS, A LA LUZ DE UNA NUEVA EPOCA HISTORICA,CARACTERIZADA POR ALGUNOS COMO NEOCAPITALISMO,DESPUES DE DOS GUERRAS MUNDIALES,EL APLASTAMIENTO DE LA REVOLUCION EUROPEA EN ALEMANIA E ITALIA ENTRE OTRAS Y LA BANCARROTA DE LA PROPUESTA DE SOCIALISMO BUROCRATICO O ESTALINISTA,CON LA CAIDA DEL MURO DE BERLIN.
ESTAS SON LAS IDEAS GRUESAS POR CAPITULO.
1-POR Q2UE ESTUDIAR A CARLOS MARX, Y NO A CUALQUIER OTRO ECONOMISTA CONTEMPORANEO.
LEBOWITZ RESPONDE DE MANERA ENFANTICA,POR QUE A DFERENCIA DE OTRAS TEORIAS ECONOMICAS, LA DE MARX ES UNA TEORIA INTEGRAL,QUE DE CONJUNTO ABOCA EL ESTUDIO SISTEMATICO DEL FUNCIONAMIENTO DEL CAPITAL,ABORDANDO LA FILOSOFIA,LA POLITICA Y LA HISTORIA,NO SOLAMENTE LA RELACIONES DE LOS HOMBRES DENTRO DE LA PRODUCCION, SINO TAMBIEN LAS RELACIONES SOCIALES ENTRE ELLOS,Y SUS ANTAGONISMOS QUE SE EXPRESAN EN EL PLANO POLITICO,CULTURAL Y SOCIAL EN GENERAL.
ES UNA TORIA DEL DESARROLLO CAPITALISTA,Y AL MISMO TIEMPO DE SUS LIMITACIONES OBJETIVAS,EN TANTO QUE SU OBJETIVO ULTIMO ES LA GANANCIA,OPSICION EN LA CUAL SEGUN MARX,Y TAMBIEN SEGUN LOBOWITZ, EL CAPITAL CREA SUS PROPIOS SEPULTUREROS.
2-LUBOWITZ CONSIDERA,QUE EL METODO PLANTEADO Y UTILIZADO POR MARX,EN EL CAPITAL,PERMITE REALIZAR LOS AJUSTES QUE DE CUENTA, DE LA NUEVA EPOCA HISTORCA,SUPERANDO LA UTILIZACION ECONOMICISTA,Y REDUCCIONISTA EN QUE LA COMBIRTIERON ALGUNOS,DESECHANDO ENTONCES LA PROFESION DE FE CASI RELIGIOSA,EN CUANTO TOMABAN SOLO LA FORMA,MAS NO EL CONTENIDO,RECURRIAN A ALS CITAS,ABANDONANDO EL ESPIRITUD DEL METODO DE ANALISIS,QUE EN SI MISMO ES CREADOR Y ANTIDOGMATICO.SIN EMBARGO LUBOWITZ CONSIDERA QUE ES PERTINENTE CENTRAR LOS APORTES EN EN EL PAPEL DE LA FUERZA DE TRABAJO,EN LA REPRODUCCION DEL CAPITAL,EN LOS LIMITES PARA ALCANZAR LA GANANCIA,POR PARTE DE LOS CAPITALISTAS,Y POR TANTO A LAS LUCHAS DE LOS ASALARIADOS COMO DIQUE PARA LA SUPERACION DE LA TASA DE GANANACIA..EN OTRAS PALABRAS A LO MANDEL DENOMINABA LOS NUEVOS CICLOS DE DESARROLLO DE LA LUCHA DE MASAS,RELATIVAMENTE AUTONOMOS QUE ENFRENTAN PERIODICAMENTE A LOS ASALARIADOS Y A LOS CAPITALISTAS.
3-LUBOWITZ CONSIDERA,MARTA HARNECKER,Y ERNEST MANDEL TAMBIEN,QUE EN REALIDAD,EL PROYECTO DE INVESTIGACION DE MARX,ERA MAS AMBICIOSO,POR CUANTO SE PROPONIA ABORDAR1-EL CAPITAL2- LA PROPIEDAD TERRITORIAL3-EL ESTADO4EL TRABAJO ASALARIADO5-EL COMERCIO MUNDIAL6-EL MERCADO MUNDIAL.EL AUTOR CONSIDERA QUE POR ALGUNA RAZON ABANDONO EL PLAN DE LOS GUNDRISSE,POR RESALTAR OTROS ASPECTOS IMPORTANTES EN EL MOMENTO,Y LUEGO NO LE QUEDO TIEMPO PARA PROFUNDIZAR EN ELLOS.
EN TODO CASO LA INVESTIGACION DE FONDO SOBRE LAS CONDICIONES DE LA REPRODUCCION DE LA FUERZA DE TRABAJO,SOBRE LA RELACION ENTRE TRABAJO NECESARIO,Y PLUSVALOR,Y MENOS AUN SOBRE LA TRANSFORMACION DE LA LUCHA ECONOMICA EN LUCHA POLITICA ,NO LOGRO REALIZARLA DE MANERA PROFUNDA Y SISTEMATICA COMO ERA SU INTENCION INICIAL.
4-LUBOWITZ ENFANTIZA QUE QUE HAY QUE RESCATAR EL METODO DE MARX,EN CUANTO TOTALIDAD,Y ENTENDER QUE SI BIEN EL TRABAJO ASALARIADO APARECE EN EL CAPITAL,COMO SU OPUESTO,ALLI ES SOLAMENTE VISTO COMO LAS ANTITESIS EN EL PROCESO DE REPRODUCCION,COMO LA CONDICION DE MERCANCIA QUE PRODUCE PLUS VALOR,MAS NO COMO EL OPUESTO,QUE EN LA LUCHA POR DEFENDER SUS CONDICIONES DE VIDA,PUEDE Y EN EFECTO ASUME UNA LUCHA DE FONDO POR EL ROMPIMIENTO DE LAS CADENAS QUE LO ATAN AL CAPITAL,EN OTRAS PALABRAS ,ES NECESARIO RECALCAR EL PAPEL DE LA LUCHA DE CLASES Y SU PERIODIZACION HISTORICA.
5-HAY QUE COMPRENDER LOS LIMITES DEL SISTEMA CAPITALISTA,PARA ENTENDER QUE EXISTE UNA ECONOMIA POLITICA PARA EL CAPITAL,Y OTRA PARA LA CLASE OBRERA,QUE EXISTE UNA OPOSICION,VALOR DE USO VERSUS VALOR DE CAMBIO,TRABAJO NECESARIO,Y PLUSVALOR,Y QUE ENTONCES LAS CONQUISTAS DE LOS TRABAJADORES DEBEN SER VISTAS COMO EN DIRECCION DE OPONERSE Y ZAFARSE DE LAS REDES DEL CAPITAL,SER SUJETOS PARA SI..EN ESA DIRECCION IVA SU INVESTIGACION DE LOS GUNDRISSE,Y SUS LECTURAS DE 'LA CIENCIA DE LA LOGICA DE HEGEL'.MAS ALLA DEL PAPEL DE TRABAJO ASALARIADO EN LA REPRUCCION SIMPLE DEL SISTEMA.SOLO DESECHANDO EL PAPEL DE LA COMPETENCIA,IMPONIENDO LA UNION,LA FEDERACION,Y UNA ECONOMIA LATERNATIVA PROPIA, ES POSIBLE SUPERAR LA EXPRESION DEL SISTEMA,COMO SISTEMA QUE IMPONE LA COMPETENCIA,PARA FRAGMENTAR AL TRABAJADOR Y SUS LUCHAS.
6-COMO TEORICO CIENTIFICO MARX PARTIO DE UN SUPUESTO PARA SU ANALIS LA INVARIABILIDAD DE LAS CONDICIONES DE VIDA DEL TRABAJADOR,[
PERO ESTO ERA SOLO UNA HIPOTESIS, EN REALIDAD ESE PATRON ES VARIABALE,COMO ES VARIABLE LA PRODUCTIVIDAD DEL CAPITAL,PUEDE HABER ALTA PRODUCTIVIDAD DEL CAPITAL,Y SALARIOS ALTOS,Y AUN MISMO TIEMPO MAYOR PLUSVALIA EXTRAORDINARIA,PUEDE HABER UNA MAYOR PARTICIPACION CUANTITATIVA DEL TRABAJADOR,EN EL REPARTO DE LA RIQUEZA,Y AL MISMO TIEMPO UN ENSANCHAMIENTO DEL ABISMO ENTRE LO QUE RECIBE EL TRABAJADOR Y LO QUE SE ENBOLSA EL CAPITALISTA.
7- EN CUANTO EN 'EL CAPITAL; NO APARECE LA FUERZA DE TRABAJO,SINO EN FUNCION DE LOS INTRESES DEL CAPITA,PARA REPRODUCIRSE, ES NECESARIO DESTACAR LA IMPORTANCIA DE RESCATAR SU HALLAZGO RIGINAL DEL PAPEL DE LA LUCHA DE CLASES ,EN SU OPOSICION A LA REPRODUCCION DEL CAPITAL,EL TRABAJADOR COMO SUJETO PARA SI,Y NO PARA EL CAPITAL,SU LUCHA CONTRA LA FRAGMENTACION SINDICAL Y LA SEPARACION.
8-SOLO EN TANTO QUE EL TRABAJADOR ENTIENDE QUE LA SEPARACION,ES OBRA DEL CAPITAL,Y EN TANTO QUE SE VE EN SU DINAMICA MAS ALLA DE LAS RELACIONES CON EL CAPITAL,COMO ASALARIADOS,AFLORAN OTROS ASPECTOS DE LAS RELACIONES SOCIALES,EL PAPEL DEL TRABAJADOR EN EL SENO DE LA FAMILIA,LAS RELACIONES PATRIARCALES O MACHISTAS,LA NECESIDAD DE LA UNIDAD PARA LUCHAR CONTRA UN HORIZONTE CERRADO.
ESTA VISION PERMITE ENTENDER EL PAPEL DE OTROS SUJETOS SOCIALES,LOS DESEMPLEADOS,LOS ESTUDIANTES,,EL MOVIMIENTO DE MUJERES,LAS NEGRITUDES,LOS SIN TECHO, LOS SIN TIERRA, Y LOS INMIGRANTES EN LA REPRODUCCION DEL CAPITAL.

LA ACTUALIDAD DEL PENSAMIENTO POLITICO DE LEON TROTSKY.

A comienzos del siglo XX, el movimiento obrero socialista europeo se enfrentaba con los
problemas surgidos tras dos décadas de crecimiento ininterrumpido. Este crecimiento
estaba ligado con el desarrollo de la economía capitalista en la época del imperialismo,en su nueva fase internacional.
Los trabajadores habían conseguido mucho de él, en términos de nivel de vida, condiciones de
trabajo y vivienda y libertades políticas y sindicales. Sobre todo, había creado una tremenda
sensación de autoconfianza y fe en lo que parecía ser un irresistible avance hacia el socialismo,
hacia una sociedad sin clases. Pero, no había la menor claridad en cuanto a cómo se alcanzaría
esa sociedad socialista.La certeza en el camino hacia una sociedad de transicion no estaba del todo claro.
Muchos pensaban que sería el resultado de una crisis económica de extrema gravedad, una “crisis
de derrumbe” del sistema.Se hablaba en algunos de una caida catasclismica del sistema,o derrumbe, a manera de una una implosion total. Otros la veían relacionada con una futura guerra. Y aún otros preveían
que la burguesía pondría en cuestión las conquistas democráticas más importantes de la clase
obrera, sobre todo el sufragio universal, cuando se alcanzase el punto en el cual estas conquistas
situasen a la socialdemocracia a las puertas de la conquista del poder político (generalmente
identificado con la obtención de una mayoría absoluta en el parlamento). Como respuesta a este
golpe reaccionario, el movimiento obrero tomaría en represalia medidas revolucionarias.
Pero todas estas hipótesis eran discutidas en círculos relativamente restringidos, y muy raramente
salían a relucir en órganos de partido más amplios, como conferencias nacionales o
internacionales. Jugaban un papel muy pequeño en la configuración de la conciencia de las
amplias masas. No estaban unidas a un análisis sistemático de los cambios estructurales que el
imperialismo había introducido en el funcionamiento del sistema capitalista mismo. Y menos aun
lo estaban a la práctica cotidiana de los partidos de masas socialdemócratas y los sindicatos,
centrados casi exclusivamente en la preparación de las campañas electorales y la lucha salarial, y
otras reivindicaciones inmediatas económicas y políticas de la clase obrera (el sufragio universal
en países como Bélgica o Austria).
Es sobre este fondo histórico que se puede comprender el impacto del debate sobre el llamado
“revisionismo” que se detonó con el libro de Eduard Bernstein Die Voraussetzungen des-
Sozialismus und die Aufgaben der Sozialdemokratie.* Bernstein expresaba lo que muchos cuadros
y líderes socialdemócratas sentían instintivamente, a saber: que el pensamiento teórico y las
perspectivas a largo plazo del movimiento estaban en desacuerdo con la práctica cotidiana. La
mayoría de la dirección pretendía mantener el statu quo con todas sus contradicciones: tanto la
práctica reformista de todos los días como una vaga perspectiva revolucionaria ligada a una teoría
del “derrumbe” final.
Volviendo la vista atrás resulta claro que, de las tres tendencias principales del movimiento obrero
de preguerra, el autodenominado “centro marxista” (Kautsky, Adler) era el que tenía menos
posibilidades de sobrevivir. Su predominio dependía de su habilidad para mantener el difícil,

equilibrio entre un sistema imperialista en evolución hacia la crisis y la guerra, y una clase obrera
que crecía en fuerza y autoconfianza, a pesar de que la crisis daba al traste con el equilibrio, a
pesar de que los barones del imperialismo se enfrentaban resueltamente al movimiento obrero, a
pesar de que el movimiento obrero desafiaba abiertamente al capitalismo, y a pesar de la
justificación teórica y de la aceptación política de la colaboración de clases como único medio para
evitar el choque frontal. ¡Una lista de condiciones que nada tenía que ver con la realidad como
quizá no haya habido otra!
Por otra parte, los seguidores revisionistas de Bernstein y Millerand solo podían esperar ganar la
hegemonía si las contradicciones crecientes del sistema no alcanzaban un punto explosivo y
radicalizaban a sectores importantes de la clase obrera; en otras palabras, solo si en la vida real
no estallaban ni guerras ni revoluciones. Sólo en estas circunstancias podía la idea de una
transformación gradual del capitalismo —o de una práctica reformista con continuas conquistas
reales prolongada indefinidamente— ser aceptada por la mayoría de los trabajadores como la
mejor, la más práctica y la menos peligrosa de las vías para cambiar el sistema social.El revisionismo apostaba,pues a la colaboracion de clases, ala pasividad,al parlamentarismo, ala burocratizacion de las organizaciones obreras y de sus organizaciones politicas.
La guerra entre la Rusia zarista y el Japón, con la primera revolución rusa pisándole los talones,
enfrentó de pronto al movimiento socialista y a la clase obrera con las dos realidades básicas de
nuestro siglo que el revisionismo bernsteiniano había esperado poder evitar. Las guerras y las
revoluciones pasaron a ser una perspectiva real y no una fantasía de paranoicos radikalinskis. De
la primera confrontación con una revolución viva desde le Comuna de París casi 35 años antes,
surgió la tercera respuesta a la pregunta “¿Adónde van los socialistas?” una respuesta diferente a
la del fatalismo del marxismo tradicional del tipo Kautsky y a la del revisionismo bernsteiniano.
Las principales variantes de esta tercera respuesta eran el bolchevismo de Lenin (estrictamente
limitado a Rusia al principio), la teoría de la huelga política de masas de Rosa Luxemburg, y la
teoría de la revolución permanente de Trotsky. Sin embargo, una nueva experiencia aún más
traumática —la Primera Guerra Mundial, el victorioso Octubre ruso, la derrota de la revolución
alemana de noviembre de 1918 enero de 1919— fue necesaria para que estas tres variantes se
sintetizasen en un nuevo programa y en una nueva concepción estratégica, los del marxismo
revolucionario tal y como está recogido en los documentos de los cuatro primeros congresos de la
Internacional Comunista.e3stos 4 primeros congresos recogieron, la naturaleza de los cambios que se estaban dando a nivel internacional,el analisis de la crisis estructural del capitalismo, y su agudizacion con la guerra,la crisis economica y la perspeciva de solucion de crisi por la via de la revolucion social, en cabeza de los trabajadores.
Trotsky hizo una contribución absolutamente esencial a este gigantesco paso hacia delante del
pensamiento y de la práctica marxista,herencia internacional que es preciso preservar y desarrollara para avanzar en la busqueda de la solucion a la crisis del factor subjetivo,o construccion de direcciones revolucionarias a escala internacional.
En los primeros escritos de Trotsky —especialmente en la obra maestra de su juventud, Balance y
perspectivas, que recoge para el futuro las principales lecciones extraídas de la experiencia de
1905— se fueron relacionando de una forma cada vez más compleja y orgánica los unos con los
otros con cada una de las etapas importantes en el desarrollo intelectual y político de Trotsky. Los
jalones de este proceso fueron: su decisión de unirse al Partido Bolchevique en 1917; su papel en
la Revolución de Octubre; las negociaciones de paz de Brest-Litovsk, y la construcción del Ejército
Rojo y —de la Internacional Comunista; su lucha contra el ascenso de la burocracia en la Unión
Soviética y la degeneración del Comintern; y la lucha por la Cuarta International. En cada una de
estas etapas sucesivas, fueron reexaminados importantes aspectos, enriquecidos y desarrollados
mas allá de la teoría existente previamente, mientras que al mismo tiempo eran integrados en la
teoría marxista, reforzando su cohesión interna y su unidad de conjunto.
Nadie como trotsky trabajo en la direccion de proporcionarnos una explicacion coherente de las tendencias basicas de nuestra epoca historica,un intento de explicar las grandes encrucijadas del siglo xx.
No existen en la historia de la humanidad personas infalibles,ni partidos [politicos, ni organizaciones sociales,muchos menos dirigentes revolucionarios infalibles.Es perfectamente claro que tambien trotsky cometio errores,pero aun los mismos son fuente de conocimientos historicos y grandes pruebas de su estatura moral y etica.Despues del derrumbe del llamado socialismo "real' o socialismo estatista,profetizado en el analisis historico por la oposicion de izquierda,solo esta corriente del campo democratico y revolucionario internacional,puede proporcionar un estudio de los origenes de este fracaso,del surgimiento de el proceso de burocratizacion de la revolucion de octubre,del exterminio de la opsicion, de la falsificacion de la historia,de los fracasos de la revolucion europea propiciados por el estalinismo, y alimentar mediante el rescate de la genuina herencia del marxismo revolucionario,la naturalezxa y los retos historicos de nuestra epoca historica, de crisis profunda del sistema capitalista internacional,de la inviavilibidad del capitalismo, y la amenaza real y objetiva del retorno a la barvarie.
Esta en el centro pues el debate sobre la actualidad de la revolucion social,y asi lo evidencian los cambios ocurridos en menos de 15 años en america latina. venezuela, ecuador, bolivia,brasil, paraguay, uruguay,nicaragua, y salvador.

miércoles, 21 de octubre de 2009

EL IMPACTO EN LA PRODUCCION,POR CLAUDIO KATZ.

Claudio Katz (especial para ARGENPRESS.info)


El impacto en la producción


La crisis financiera ha repercutido duramente sobre la órbita real, a través de la recesión que comenzó a mitad del año pasado. Con el desplome de las ventas, la industria se ha contraído hasta alcanzar el mayor bajón del PBI desde la segunda guerra mundial. Aunque la regresión productiva se atenuó en los últimos meses, el alivio ha sido muy tenue en comparación al rebote financiero.


Las cifras más recientes sólo registran una menor intensidad del freno productivo. Las significativas caídas PBI norteamericano (de 5,4% en ultimo trimestre 2008 y 6,4% en el primero del 2009) se han aligerado al 1% (segundo del 2009). Más que una mejora se verifica un piso del empeoramiento. El FMI estima que la economía global se reducirá 1,3% en 2009, por efecto de una gran caída en las economías desarrolladas (3,7%). En Europa se avizora un crecimiento nulo y en Japón persiste un parate mayúsculo.


En todos los países la recesión ha sido contenida con políticas económicas expansivas. Mediante esta intervención las tasas de interés se han ubicado en un piso nunca visto de 0-0,25% (Estados Unidos) o 1% (Europa). Con subsidios estatales se ha buscado, además, compensar la caída de las exportaciones (especialmente en Japón y Alemania) y sostener un consumo que languidece.


Pero la reacción de la producción a estos estímulos ha sido muy limitada. Todavía no se observa la típica recomposición de stocks que implementan las empresas cuando perciben una recuperación de las ventas. Persiste la contracción de la inversión privada y sólo el gasto público mantiene a flote la actividad comercial. Nadie descarta en este cuadro otra recaída del PBI, al cabo de dos o tres trimestres de recuperación.


El grueso de los fondos públicos ha sido canalizado hacia las grandes corporaciones. En muchos casos estos subsidios benefician a firmas financiero-productivas, que hacen negocios con bonos, acciones, autos o computadoras. La invariable condición para recibir esas subvenciones es pertenecer al club de las grandes corporaciones.


Lo ocurrido con la industria automotriz norteamericana es un ejemplo de esta concentración del socorro estatal. Las empresas de este sector han recibido cuantiosas sumas para pagar a los acreedores, a los socios internacionales y a los gerentes que quebraron las compañías.


Algunos economistas estiman que estos auxilios permitieron contener el descalabro productivo. Pero eluden evaluar el monumental costo y las consecuencias de este rescate. (5)


El polvorín de la deuda pública


El incremento astronómico de los pasivos estatales tiende a debilitar estructuralmente cualquier recuperación futura. Todas las economías han quedado sujetas a un creciente pago de intereses, que podría afectar incluso a la reactivación actual. La hipoteca que han contraído los estados introduce esa fuerte restricción.


En Estados Unidos la deuda pública que ya bordea el 100% del PBI, mientras que el gasto del estado asciende al 28,1% y el déficit alcanza el 11% de ese indicador. Se estima que el rojo acumulado rondaría los 9 billones de dólares en la próxima década.


Este desborde de los promedios prevalecientes desde la segunda guerra sólo podría reducirse con una tasa de crecimiento muy elevada. Pero lo más problemático es el financiamiento, ya que a diferencia del pasado la recolección de fondos no depende sólo de la recaudación interna, sino también de la afluencia de préstamos internacionales.


Muchos antecesores de Obama canalizaron el gasto público hacia erogaciones bélicas, que a su vez impulsaron la reactivación (Roosvelt, Truman, Johnson, Reagan). Pero el actual presidente llegó al gobierno con promesas de limitar ese gasto. No puede asentar la recuperación en un rearme explícito, pero tampoco tiene margen para reducir el presupuesto militar, ya que Estados Unidos sostiene su liderazgo imperialista en la supremacía del Pentágono. Frente a estas disyuntivas Obama ha optado por mantener sin cambios el porcentual de erogaciones bélicas, anunciando que expandirá el gasto civil sin muchas inversiones sociales.


Mientras se define cuál será la estrategia a seguir, la deuda pública se expande a un ritmo vertiginoso. Este crecimiento potencia el círculo vicioso de endeudamiento para detener la recesión y deterioro fiscal creciente por el estancamiento productivo. Esta situación tiende a recrear tarde o temprano la presión de los acreedores de los títulos públicos, que ya exigen un plan de reducción del déficit. El propio Obama ha comenzado a considerar un proyecto para bajar este desequilibrio a la mitad en cuatro años.


Luego de consumado el rescate de sus bancos, los financistas se aprestan a retomar el viejo discurso del ajuste fiscal. Reclaman una ley para limitar el aumento de la deuda pública, que podría tornarse imperiosa si los bonos de ciertos estados norteamericanos (como California) comienzan a tambalear. (6)


El mismo problema se verifica en Europa. El endeudamiento público es crítico en ciertos países y explosivos en otros. El déficit se ha descontrolado en Italia, Grecia y España (6,2% del PIB), ha crecido en Francia (5,4%) y Portugal (4,2%).


Estos desajustes son proporcionalmente inferiores a Estados Unidos, pero afrontan mayores dificultades de financiación externa. Todas las metas de equilibrio presupuestario de la Unión Europea han quedado desbordadas. La Comunidad carece, además, de experiencia y atribuciones para rescatar a los países con presupuestos colapsados. Este escenario de desmoronamiento fiscal se observa particularmente en Irlanda (11% déficit) y entre los nuevos socios de Europa del Este.


Deterioro social


Cualquiera sean los vaivenes del ciclo recesivo, el nivel de vida de los trabajadores tiende a degradarse. Los asalariados ya están pagando con mayor desempleo y caída del salario las consecuencias de la crisis.


Como resultado directo del descalabro financiero, la OIT ha pronosticado un aumento de la desocupación, que afectaría a un rango de 39-59 millones de personas. Esta nueva oleada golpearía particularmente a las jóvenes de las economías desarrolladas, que se han convertido en los principales reclutas del ejército de parados.


Incluso una recuperación más significativa de la economía mundial continuaría contrayendo la demanda de trabajo durante cuatro o cinco años. Esta ausencia de puestos de trabajo será muy dura para los emigrantes, que buscan ingresar al universo laboral de las economías avanzadas.


Si el desempleo continúa subiendo al ritmo actual en la zona del Euro, alcanzaría en el 2010 un 11,5%, frente al 7.5% de principio del 2008. En Japón, el viejo empleo estable ha quedado erosionado junto al desplome del ingreso familiar medio, que se ubica en su nivel más bajo de los últimos 19 años. Los contratos temporales se incrementan en forma acelerada y ya regulan la actividad de un tercio de fuerza de trabajo.


En Estados Unidos se han perdido desde el inicio de la crisis medio millón de puestos de trabajo al mes. A fin de año la tasa de desempleo saltaría al 9% y el subempleo llegaría al 15%, es decir un porcentaje muy superior al promedio de las últimas décadas.


El Plan de Obras Publicas que puso en marcha Obama no contrarresta esta destrucción de puestos laborales, ya que en lugar de crear empleos públicos ofrece subsidios a los capitalistas para que contraten trabajadores. Es evidente que mientras perdure la caída de las ventas y los beneficios, los empresarios evitarán incorporar nuevos asalariados.


El escenario social norteamericano se agrava día a día por la brusca retracción del patrimonio de las familias y el continuado desalojo de los deudores hipotecarios insolventes. La masa de individuos sin techo -que sobreviven en carpas o viviendas precarias- ya forma parte del paisaje de muchos suburbios. Obama dispuso auxilios millonarios para los banqueros, pero no adoptó ninguna medida para proteger a los nueve millones de afectados por el crack inmobiliario. Tampoco implementó algún proyecto para prohibir el remate de viviendas o para establecer la refinanciación obligatoria de los hipotecas.


La crisis ha demorado, además, la puesta en marcha de un sistema público de atención médica, para las familias que no pueden afrontar los costosos seguros de salud. Las presiones del lobby empresario que maneja este negocio continúan vaciando el proyecto de cobertura estatal o mixta, que se discute desde hace años.


Claudio Katz es economista, Investigador, Profesor. Miembro del EDI (Economistas de Izquierda).


Notas:
5) Roubini Nouriel “Bernanke lo hizo bien”•, Clarín, 28-7-09.
6) Ver por ejemplo: Buffet Warren, “Que EEUU no sea una república bananera”, Clarín, 27-8-09.

LEZAMA Y LA TEOLOGIA DE CALDERON,POR ROBERTO MENDEZ MARTINEZ.

Lezama y la teología de Calderón

Roberto Méndez Martínez


En mayo de 1939, cuando se anunció que el auto sacramental El Gran Teatro del Mundo, de Pedro Calderón de la Barca, sería representado ante la Catedral de La Habana, José Lezama Lima escribió “Calderón y el mundo personaje”, que, años después, incluiría en su volumen Analecta del reloj. Allí estaban admirablemente relacionados el Concilio de Trento, el barroco jesuítico y la obra de Calderón:

El Concilio de Trento penetra en la obra de Calderón de una manera apretada y apretadora. ¡Qué manera tan especial de rayar el diamante y qué nervios tan neutros, pero buenos conductores de su fuego templado! Sabemos que de ese Concilio Tridentino, el estilo jesuítico aunado a la voz imperial, salió uno de los momentos más católicos, nítidamente universales, del estilo hispánico de más polémica eternidad. El barroco jesuítico va a unificar el ornamento con la agónica responsabilidad de la doctrina de la justificación. […] La tremenda voz de la sequía final se oirá de nuevo en el barroco calderoniano llevado hasta el estilo jesuítico de nuestra Catedral: responsabilidad con lo transitorio y justificación frente a la muerte.

Posiblemente Lezama había leído la misteriosa copla que está en la comedia El acaso y el error: “Quiero, y no saben que quiero, / yo sólo sé que me muero”. Querer oculto, ansiedad vedada al conocimiento de los demás y muerte, esa sí, cierta para el yo y para los otros, esa dicotomía es la columna principal del orbe barroco calderoniano, tan asentado exteriormente en el catolicismo postridentino como deudor en su interioridad de la filosofía estoica.

Al referirnos a lo religioso en la poesía de Don Pedro, no hablamos de esa vivencia íntima, de ese deliquio sentimental, a veces más sonoro que profundo, que tanto abunda en la poesía española. Mucho menos está en él el poder místico para conversar con Dios cara a cara, como lo tuvieron en el siglo anterior Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz. Salvo contadas veces en que la pasión logra imponerse, lo que hay en sus versos es reflexión de largo aliento, argumentos teológicos que han saltado de los sutiles tratados jesuíticos al verso para mostrar el dogma lleno de luz y aire.

Recuérdese en el auto sacramental citado, donde Dios, como un autor teatral, reparte los papeles del hombre sobre la Tierra con aparente indiferencia, pues la presciencia divina y la predestinación tienen un rol fundamental, por eso puede decir a los míseros actores: “Mortales que aún no vivís / y ya os llamo yo mortales / pues en mi presencia iguales / antes de ser asistís”. El hombre no tiene elección ante el rol para el que sea destinado, así dice en ese auto la Hermosura:

Sólo en tu concepto estamos,
ni animamos ni vivimos,
ni tocamos ni sentimos
ni del bien ni el mal gozamos;
pero, si hacia el mundo vamos
todos a representar,
los papeles puedes dar,
pues en aquesta ocasión
no tenemos elección
para haberlos de tomar.

El Autor responde que cada cual debe hacer bien su rol pues todos son iguales “en acabando el papel” y cada uno después de la representación cobrará “todo el salario después / que haya merecido, pues / en cualquier papel se gana, / que toda la vida humana / representaciones es”. El premio al bien actuar es cenar al lado del autor, franca alusión a la Gloria, en la que todos quedarán igualados.

Como asegura Lezama en el citado texto: “Calderón resuelve la oposición arbitrismo y Gracia, estableciendo no la diferencia de encargo, sino la igualdad en la comparecencia: “obrar bien, que Dios es Dios”.

Al final, a cada uno lo llama la Muerte, el Mundo le quita los adornos que le dio para su rol y el Autor le pide cuentas por lo que hizo. La Discreción es la única que no deja sus prendas (disciplinas, abstinencia) porque: “No te puedo quitar las buenas obras / Estas solas del mundo se han sacado”. Termina este retablo, que parece concebido por Churriguera, con la adoración eucarística y el canto del Tantum ergo.

Justificación por la fe y justificación por las obras, predestinación y libre albedrío, se contraponen en las polémicas teológicas en tiempos del dramaturgo. En 1600, el mismo año de su nacimiento, ha fallecido el Padre Luis de Molina, miembro de la Compañía de Jesús, quien en su tratado De liberi arbitrii cum gratiae donis concordia, dado a conocer en 1588, expuso una doctrina en la que se concilia la libertad humana con la presciencia divina, la predestinación y el auxilio de la Gracia. El “molinismo” motivó una larga polémica entre los jesuitas y los dominicos, encabezados por el dominico Fray Domingo Báñez, quien tenía una visión más elemental de la predestinación. Fue tan grande la controversia y se enconó de tal modo que Molina fue acusado ante el Tribunal del Santo Oficio. El asunto fue resuelto de manera exactamente salomónica por el papa Paulo V, quien declaró ortodoxas por igual ambas proposiciones.

En el poeta funciona como un leitmotiv el que el hombre vive como en un sueño y despierta para encontrarse con la Muerte:

Descanso del sueño hace
el hombre ¡ay Dios! sin que advierta
que cuando duerme y despierta,
cada día muere y nace;
que vivo cadáver yace
cada día, pues (rendida
la vida a un breve homicida
que es su descanso), no advierte
una lición que la Muerte
le va estudiando a la vida.

Atado el hombre a un destino inexorable ―que unas veces parece la maldición de los dioses paganos, el fatum trágico, y otras, la predestinación cristiana― y teniendo a lo largo de sus días la amarga “lición” de la Muerte, quédanle entonces, como enseñaba el Padre Molina, el libre albedrío para elegir entre el bien y el mal, más la gracia divina que colabora con su salvación y lo libra de la muerte eterna. El hombre, parece decirnos, no elige su existencia, pero sí colabora con el buen final de su representación, puede corregirlo como hace Segismundo o cambiar el signo de sus males, trasmutarlos en bienes espirituales como hace el Infante Don Fernando en El príncipe constante.

Es en este último drama, donde encontramos la más notable ligazón entre teología y poesía calderoniana. En el jardín del rey de Fez, el príncipe de Portugal pasa de ser un simple conquistador con mala fortuna a la condición de santo. Al inicio de la pieza un cautivo cristiano canta una copla misteriosa: “Al peso de los años / lo eminente se rinde; / que a lo fácil del tiempo / no hay conquista difícil”. Todo acaba, parece decir el prisionero, los reinos, las vanidades, las cadenas, pero hay algo más, el tiempo colabora también en la difícil conquista de sí mismo y con ella, la del cielo; esos versos son el aviso de que el poder de los moros no se debilitará con incursiones temerarias de la espada, sino con la constancia y el vencimiento de la soberbia que proceden de la cruz. El Infante y Maestre de Avis, al caer cautivo, muere a su condición anterior y gana nueva vida; no le avergüenza escribir su propio epitafio: “Mortales, no os espante / ver a un maestre de Avis, ver un infante / en tan mísera afrenta; / que el tiempo estas miserias representa.”

Allí, en ese simbólico jardín de la existencia, podrá florecer la poesía. Para Don Pedro, poetizar no es hacer un hallazgo precioso, sino discurrir; descubierto el que todo es sombra y muerte, el más sabio es quien medita sobre lo perecedero para ascender a lo único que dura. Si toda la vida es sombra, cada cosa en ella es aviso del breve plazo dado al hombre para llegar a la eternidad; si Fernando recoge en un cestillo flores para Fénix ,es para explicarle que son jeroglífico de otra cosa; la explicación se convierte en uno de los más grandes sonetos del Siglo de Oro: “Estas que fueron pompa y alegría, / despertando al albor de la mañana, / a la tarde serán lástima vana, / durmiendo en brazos de la noche fría”. El príncipe ve por los ojos del poeta ese “matiz que al cielo desafía”, los orgullos de “otro, nieve y grana”, tanta perfección que se muestra sólo para un día pues “cuna y sepulcro de un botón hallaron”, así dice el moralista Calderón “tales los hombres sus fortunas vieron / en un día nacieron y expiraron; / que pasados los siglos horas fueron”. La breve vida de la flor es un tópico de la Edad de Oro, como antes lo fue de la poesía árabe ―dígalo Omar Khayyam―, como lo será después en García Lorca, con su romance de la “Rosa mutable” en Doña Rosita la soltera; mas es de creer que la clave del soneto está en el verso final: el día de las flores son los siglos de la historia humana, que carece sentido, porque en ella todo ha sido ambición de fortuna y vanidad; el autor parece tener en la memoria la voz tremenda del predicador del Eclesiastés, los títulos, los reinos, son tan vanos como el jardín ilusorio de Fénix.

Pero esta historia tiene que estar conducida por algo, aun en su aparente falta de sentido: un destino, que es asociado aquí, como en La vida es sueño, de manera simbólica ―o ligeramente supersticiosa― a la influencia de las estrellas. Es Fénix, la princesa del Islam, la que llevará la reflexión más lejos, hasta el más angustioso vacío, en un soneto, gemelo del anterior, pero menos difundido. Si Pascal temió la infinitud de los espacios estrellados, este personaje se espanta de la brevedad de su existencia, esos “rasgos de luz, esas centellas” son hermanas de las flores: “Flores nocturnas son, aunque tan bellas / efímeras padecen sus ardores; / pues si un día es el siglo de las flores, / una noche es la edad de las estrellas”. Si la estrella existe sólo una noche y cada vez es tan nueva y frágil como la flor, la suerte del hombre trazada por ella, es la más desdichada: “¿Qué duración habrá que el hombre espere, / o qué mudanza habrá, que no reciba / de astro, que cada noche nace y muere?” ¿Qué oculta el poeta en estos versos?, ¿se trata de una impugnación al supersticioso espíritu de los “infieles” tan apegados a consultar horóscopos y cerrados a la idea de la Redención? O, por el contrario, su reflexión moral sobre las flores, extendida al universo le lleva hasta un pesimismo profundo donde la propia idea de la salvación parece quedar muy en la periferia del planteamiento filosófico. La riqueza de esta escena, que es un dúo casi operático entre un Infante cristiano y una princesa berberisca, con dos sonetos simétricos en los que se resume la angustiada reflexión existencial de aquel siglo, está sobre todo en esa ambigüedad que funde fuentes del clasicismo, el judaísmo, vestigios de la tradición árabe, sazonando un cristianismo barroco en el que la pompa del culto mal encubre el horror al vacío y a la ceniza.

¿Por dónde vendrá la redención a tanta oscuridad? Quiere el dramaturgo que el hombre se salve de la muerte muriendo, que gane nueva vida y escape a la fatalidad, aceptando el destino común con un espíritu purificado por la ascética, sólo el sacrificio de todo deja un ejemplo perdurable y Fernando pasa a ser San Fernando porque muere de hambre, de sed, de olvido, en medio de una ataraxia muy senequista; él nos deja la advertencia: “Hombre, mira que no estés / descuidado; la verdad / sigue, que hay eternidad; / y otra enfermedad no esperes / que te avise, pues tú eres / tu mayor enfermedad”.

La vedada ansiedad del “quiero y no saben que quiero” se ha esclarecido aquí, se trata de un querer morir en vida para estar vivo en muerte, y ese querer es posible porque hay un albedrío para el hombre, sólo que es un querer limitado entre muerte y muerte, entre vacío y trascendencia; he ahí el núcleo de ese cristianismo agónico del cual nos hablará después Unamuno, el que nutrió los cuadros del Greco, los éxtasis de Santa Teresa y la poesía teatral y jesuítica de Don Pedro Calderón. Lezama, con cierta ironía apunta:

Cuando oíamos a Karl Vossler hablar sobre Calderón, saltaba esta afirmación suya: “es el más sensual de los poetas suprasensuales”. Buena manera de acercarse a lo español, intentar apoderarse de ese reverso que va hacia la tierra en una furia de formas.


Publicado en CubaLiteraria

lunes, 19 de octubre de 2009

UN SUEñO...CUENTO, DE IVAN TURGUENIEV

Un sueño
[Cuento. Texto completo]
Iván Turgueniev

I

Yo vivía entonces con mi madre en una pequeña ciudad del litoral. Había cumplido diecisiete años y mi madre no llegaba a los treinta y cinco: se había casado muy joven. Cuando falleció mi padre yo tenía solamente seis, pero lo recordaba muy bien. Mi madre era una mujer más bien bajita, rubia, de rostro encantador aunque eternamente apenado, voz apagada y cansina y movimientos tímidos. De joven había tenido fama por su belleza, y hasta el final de sus días fue atractiva y amable. Yo no he visto ojos más profundos, más dulces y tristes, cabellos más finos y suaves; no he visto manos más elegantes. Yo la adoraba y ella me quería... No obstante, nuestra vida transcurría sin alegría: se hubiera dicho que un dolor oculto, incurable e inmerecido, consumía permanentemente la raíz misma de su existencia. La explicación de aquel dolor no estaba sólo en el duelo por mi padre, aun cuando fuese muy grande, aun cuando mi madre lo hubiera amado con pasión, aun cuando honrara piadosamente su memoria... ¡No! Allí se ocultaba algo más que yo no entendía, pero que llegaba a percibir, de modo confuso y hondo, apenas me fijaba fortuitamente en aquellos ojos apacibles y quietos, en aquellos maravillosos labios, también quietos, aunque no contraídos por la amargura, sino como helados de por siempre.

He dicho que mi madre me quería; sin embargo, había momentos en que me rechazaba, en que mi presencia le pesaba, se le hacía insoportable. Experimentaba ella entonces una especie de involuntaria repulsión hacia mí, de la que se espantaba luego, pagándola con lágrimas y estrechándome sobre su corazón. Yo cargaba la culpa de estos intempestivos brotes de hostilidad a la alteración de su salud y a su desgracia... Verdad es que estas sensaciones hostiles podían haber sido provocadas, hasta cierto punto, por unos extraños arrebatos de sentimientos malignos y criminales, incomprensibles para mí mismo, que despertaban de tarde en tarde dentro de mí... Pero estos arrebatos no coincidían con aquellos instantes de repulsión. Mi madre vestía siempre de negro, como si guardase luto. Llevábamos un tren de vida bastante holgado, aunque apenas nos relacionábamos con nadie.

II

Mi madre había concentrado en mí todos sus pensamientos y su solicitud. Su vida se había fundido con mi vida. Este género de relaciones entre padres e hijos no favorecen siempre a los hijos... Suele ser más bien nocivo. Por añadidura, mi madre no tenía más hijo que yo... y los hijos únicos, por lo general, no se desarrollan adecuadamente. Al educarlos, los padres se preocupan tanto de sí mismos como de ellos... Eso es un error. Yo no me volví caprichoso ni duro (una y otra cosa suele aquejar a los hijos únicos), pero mis nervios estuvieron alterados hasta cierta época; además, tenía una salud bastante precaria, saliendo en esto a mi madre, a quien también me parecía mucho de cara. Yo evitaba la compañía de los chicos de mi edad, en general rehuía a la gente e incluso con mi madre hablaba poco. Lo que más me gustaba era leer, pasear a solas y soñar... ¡soñar...! ¿De qué trataban mis sueños? No podría explicarlo. A veces tenía la impresión, es cierto, de hallarme delante de una puerta entornada que ocultaba ignotos misterios, y yo permanecía allí, a la espera de algo, anhelante, y no trasponía el umbral, sino que cavilaba en lo que podría haber al otro lado... Y seguía esperando, y me quedaba transido... o transpuesto. Si hubiera latido en mí la vena poética, probablemente me habría dedicado a escribir versos; de haberme sentido atraído por la religión, quizá me hubiera hecho fraile. Pero, como no experimentaba nada de eso, continuaba soñando y esperando.

III

Acabo de referirme a cómo me quedaba transpuesto, en ocasiones, bajo el influjo de ensoñaciones y pensamientos confusos. En general, yo dormía mucho, y los sueños desempeñaban un papel considerable en mi vida. Soñaba casi todas las noches. Los sueños no se me olvidaban, y yo les daba importancia, los consideraba premoniciones, procuraba desentrañar su sentido oculto. Algunos se repetían de vez en cuando, hecho que siempre me parecía prodigioso y extraño. Un sueño, sobre todo, me hacía cavilar. Me parecía que iba caminando por una calle estrecha y mal empedrada de una vieja ciudad, entre altos edificios de piedra con los tejados en pico. Yo andaba buscando a mi padre, que no había muerto, sino que se escondía de nosotros, ignoro por qué razón, y vivía precisamente en una de aquellas casas. Yo entraba por una puerta cochera, baja y oscura, cruzaba un largo patio abarrotado de troncos y tablones y penetraba por fin en una estancia pequeña que tenía dos ventanas redondas. En medio de la habitación estaba mi padre, con batín y fumando en pipa. No se parecía en absoluto a mi padre verdadero: era un hombre alto, enjuto, con el pelo negro, la nariz ganchuda y ojos sombríos y penetrantes, que aparentaba unos cuarenta años. Le disgustaba que hubiera dado con él; tampoco yo me alegraba en absoluto de nuestro encuentro y permanecía allí parado, indeciso. Él giraba un poco, empezaba a murmurar algo entre dientes y a ir de un lado para otro con paso menudo... Luego se alejaba poco a poco, sin dejar de murmurar y mirando a cada momento hacia atrás por encima del hombro; la estancia se ensanchaba y desaparecía en la niebla... Espantado de pronto ante la idea de que perdía nuevamente a mi padre, yo me lanzaba tras él, pero ya no lo veía, y sólo llegaba hasta mí su rezongar, bronco como el de un oso... Angustiado el corazón, me despertaba y ya no podía volver a conciliar el sueño en mucho tiempo... Me pasaba todo el día siguiente cavilando en este sueño sin que mis cavilaciones, como es natural, me llevaran a ninguna conclusión.

IV

Llegó el mes de junio. Por esa época, la ciudad donde vivíamos mi madre y yo se animaba extraordinariamente. En el muelle atracaban multitud de barcos, y en las calles aparecían multitud de rostros nuevos. Entonces me gustaba deambular por la costanera, delante de los cafés y los hoteles, observando las diversas siluetas de marineros y demás gentes sentadas bajo los toldos de lona, en torno a los veladores blancos, con sus jarras de metal llenas de cerveza.

Conque una vez, al pasar delante de un café, vi a un hombre que atrajo inmediatamente toda mi atención. Vestía un largo guardapolvos negro, llevaba el sombrero de paja encasquetado hasta los ojos y permanecía inmóvil, con los brazos cruzados sobre el pecho. Unos rizos negros y ralos le caían casi hasta la nariz; los labios finos apretaban la boquilla de una pipa corta. Este hombre me pareció tan conocido, mi recuerdo conservaba tan indudablemente grabado cada rasgo de su rostro moreno y bilioso, así como toda su figura, que no pude por menos de detenerme ante él y preguntarme: ¿quién es este hombre, dónde le he visto? Al notar probablemente mi mirada fija, levantó hacia mí los ojos negros, penetrantes... No pude reprimir una exclamación ahogada...

¡Aquel hombre era el padre a quien yo había encontrado, a quien yo había visto en sueños!

Imposible equivocarse: el parecido era demasiado rotundo. Incluso el largo guardapolvos que envolvía sus miembros enjutos recordaba, por el color y el corte, el batín con que se me había aparecido mi padre.

-¿Estaré dormido? -me pregunté-. No... Es de día, hay multitud de gente alrededor, el sol brilla en el cielo azul, y lo que tengo delante de mí no es un fantasma, es un hombre vivo...

Me dirigí hacia un velador desocupado, pedí una jarra de cerveza y un periódico y me senté a escasa distancia de aquel ser misterioso.

V

Con el periódico desplegado a la altura del rostro, seguí devorando con los ojos al desconocido, que apenas hacía un movimiento y sólo de tarde en tarde alzaba un poco la desmayada cabeza. Evidentemente, esperaba a alguien. Yo seguía mirando, mirando... A veces me parecía que todo aquello era invención mía, que en realidad no existía la menor semejanza, que yo había cedido a una fantasía de mi imaginación... Pero «aquél» giraba un poco en su silla de pronto o alzaba ligeramente una mano, y de nuevo veía yo a mi padre «nocturno» delante de mí.

Acabó por advertir mi pertinaz curiosidad y, a poco de mirarme, primero perplejo y luego contrariado, hizo intención de levantarse. Un pequeño bastón que tenía recostado contra el velador cayó entonces al suelo. Yo me precipité a recogerlo y se lo entregué. El corazón me latía con fuerza.

El hombre me dio las gracias con una sonrisa forzada y, aproximando su rostro al mío, enarcó las cejas y entreabrió los labios como si algo le sorprendiera.

-Es usted muy amable, joven -pronunció de pronto con voz gangosa, áspera y dura-. Por los tiempos que corren, es cosa rara. Permítame que lo felicite: le han dado a usted una buena educación.

No recuerdo exactamente lo que repliqué, pero pronto hubimos entablado conversación. Supe que era compatriota mío, que había vuelto recientemente de América, donde había vivido muchos años y adonde regresaría en breve plazo... Se presentó con el título de barón..., pero no pude captar bien el nombre. Lo mismo que mi padre «nocturno», terminaba cada una de sus oraciones con una especie de confuso murmullo interno. Se interesó por conocer mi apellido... Al oírlo pareció sorprenderse otra vez; luego me preguntó si llevaba mucho tiempo residiendo en aquella ciudad y con quién. Contesté que vivía con mi madre.

-¿Y su señor padre?

-Mi padre falleció hace mucho.

Preguntó el nombre de pila de mi madre y al oírlo soltó una risa extraña, de la que luego se disculpó diciendo que se debía a sus modales americanos y que, además, él era un tipo bastante raro. Luego tuvo la curiosidad de conocer nuestro domicilio. Yo se lo dije.

VI

La emoción que me había embargado al iniciarse nuestra plática se aplacó gradualmente; nuestro acercamiento me parecía algo extraño, pero nada más. No me agradaba la sonrisita con que el señor Barón me interrogaba, ni tampoco me agradaba la expresión de sus ojos cuando me miraba como clavándomelos... Había en ellos algo rapaz y protector... algo que sobrecogía. Aquellos ojos, yo no los había visto en mi sueño. ¡Qué rostro tan extraño tenía el Barón! Marchito, cansado, pero aparentando al mismo tiempo menos años, lo que causaba una impresión desagradable. Mi padre «nocturno» tampoco estaba marcado por el profundo costurón que cruzaba oblicuamente toda la frente de mi nuevo conocido y que yo no advertí hasta hallarme más cerca de él.

Apenas había yo informado al Barón del nombre de la calle y el número de la casa donde habitábamos cuando un negro de elevada estatura, embozado en su capa hasta las cejas, se le acercó por detrás y le rozó un hombro. El Barón volvió la cabeza, profirió: «¡Ah! ¡Por fin!» y, haciéndome una leve inclinación de cabeza, se dirigió con el negro hacia el interior del café. Yo seguí bajo el toldo con la idea de esperar a que saliera el Barón, no tanto para reanudar la conversación con él pues en realidad no sabía de qué podríamos haber hablado, como para contrastar nuevamente mi primera impresión. Pero transcurrió media hora, luego una hora entera... El Barón no reaparecía. Penetré en el establecimiento, recorrí todas las salas, pero en ninguna parte vi al Barón ni al negro... Se conoce que se habían ausentado los dos por la puerta de atrás.

Se me había levantado un ligero dolor de cabeza y, para refrescarme, me encaminé a lo largo de la orilla del mar hasta un vasto parque plantado en las afueras unos doscientos años atrás. Después de pasear un par de horas a la sombra de los robles y los plátanos gigantescos, volví a casa.

VII

En cuanto aparecí en el recibimiento, nuestra sirvienta corrió a mí toda alarmada. Por su expresión adiviné al instante que algo malo había sucedido en nuestra casa durante mi ausencia. Y así era: supe que, hacía cosa de una hora, se escuchó de pronto un grito terrible en el dormitorio de mi madre. La sirvienta, que acudió corriendo, la encontró tendida en el suelo, sin conocimiento, y su desmayo había durado varios minutos. Mi madre recobró al fin el sentido, pero se vio obligada a acostarse y tenía un aire asustado y extraño. No decía ni una palabra, no contestaba a las preguntas, y todo era mirar a su alrededor y estremecerse. La sirvienta envió al jardinero en busca de un médico. Llegó el doctor, le recetó un calmante, pero tampoco a él quiso decirle nada mi madre. El jardinero afirmaba que a los pocos instantes de escucharse el grito en la habitación de mi madre, él había visto a un desconocido que corría hacia la puerta de la calle pisoteando los macizos de flores. (Vivíamos en una casa de una sola planta cuyas ventanas daban a un jardín bastante grande.) El jardinero no tuvo tiempo de fijarse en el rostro de aquel hombre, pero era alto, enjuto, llevaba un sombrero de paja muy encasquetado y una levita de faldones largos... «¡El atuendo del Barón!», me pasó en seguida por la mente. El jardinero no pudo darle alcance. Además, lo llamaron inmediatamente de la casa y lo enviaron en busca del médico. Pasé a ver a mi madre. Estaba acostada, más blanca que la almohada sobre la que reposaba la cabeza. Sonrió débilmente al reconocerme y me tendió una mano. Tomé asiento a su lado y me puse a hacerle preguntas. Al principio eludía las respuestas, pero acabó confesando haber visto algo que la asustó mucho.

-¿Ha entrado aquí alguien? -inquirí.

-No -se apresuró a contestar-. No ha venido nadie, pero a mí me pareció... se me figuró...

Calló y se cubrió los ojos con una mano. Iba yo a decirle lo que había sabido a través del jardinero y a contarle, de paso, mi encuentro con el Barón... pero, ignoro por qué, las palabras expiraron en mis labios. Sin embargo, hice observar a mi madre que los fantasmas no suelen aparecerse de día.

-Deja eso, por favor -susurró-. No me atormentes ahora. Algún día lo sabrás...

De nuevo enmudeció. Tenía las manos frías y el pulso acelerado e irregular. Le administré la medicina y me aparté un poco para no molestarla. No se levantó en todo el día. Estaba tendida, quieta y callada, y sólo de vez en cuando exhalaba un profundo suspiro y abría los ojos con sobresalto. Todos en la casa estaban extrañados.

VIII

Al llegar la noche le dio un poco de fiebre a mi madre, y me pidió que me retirase. Sin embargo, no me fui a mi cuarto, sino que me tendí sobre un diván de la habitación contigua. Cada cuarto de hora me levantaba, llegaba de puntillas hasta la puerta y prestaba oído... Todo continuaba en silencio, pero no creo que mi madre conciliara el sueño en toda la noche. Cuando entré a verla a primera hora de la mañana, me pareció que tenía el semblante arrebatado y un extraño brillo en los ojos. Durante el día pareció aliviarse un poco; al atardecer volvió a subir la fiebre. Hasta entonces había guardado un silencio pertinaz, pero de pronto rompió a hablar con voz anhelante y entrecortada. No deliraba: sus palabras tenían sentido, aunque ninguna ilación. Poco antes de la medianoche se incorporó de repente en el lecho con brusco movimiento (yo estaba sentado junto a ella) y con la misma voz precipitada se puso a contar, apurando a sorbos un vaso de agua y moviendo débilmente las manos, sin mirarme ni una sola vez... Se interrumpía, pero reanudaba el relato haciendo un esfuerzo... Todo aquello era tan extraño como si lo hiciera en sueños, como si ella estuviera ausente y fuese otra persona quien hablara por su boca o la hiciera hablar a ella.

IX

-Oye lo que te voy a contar, -comenzó-. Ya no eres un muchachuelo. Lo debes saber todo. Yo tenía una buena amiga... Se casó con un hombre al que amaba de todo corazón y era muy feliz con su marido. El primer año de matrimonio hicieron un viaje a la capital para pasar allí algunas semanas divirtiéndose. Se hospedaban en un buen hotel y salían mucho, a teatros y a fiestas. Mi amiga era muy agraciada, llamaba la atención y los hombres la cortejaban. Pero entre ellos había uno, un oficial, que la seguía constantemente y adondequiera que ella fuese, allí se encontraba con sus ojos negros y duros. No se hizo presentar ni habló con ella una sola vez: solamente la miraba de manera descarada y extraña. Todos los placeres de la capital los echaba a perder su presencia. Mi amiga empezó a hablarle a su marido de marcharse cuanto antes, y así lo dispusieron, en efecto. Una tarde, el marido se fue a un club: lo habían invitado a jugar a las cartas unos oficiales del mismo regimiento al que pertenecía aquel otro... Por primera vez se quedó ella sola. Como su marido tardaba en volver, despidió a la doncella y se acostó... De pronto le entró tanto miedo que se quedó fría y se puso a temblar. Le pareció oír un ruido ligero al otro lado de la pared -como si arañara un perro-, y se puso a mirar fijamente hacia aquel sitio. En el rincón ardía una lamparilla. Toda la habitación estaba tapizada de tela... Súbitamente, algo rebulló allí, se alzó, se abrió... Y de la pared surgió, largo, todo negro, aquel hombre horrible de los ojos duros. Ella quería gritar, pero no podía. Estaba totalmente paralizada del susto. El hombre se acercó a ella rápidamente, como una fiera salvaje, y le cubrió la cabeza con algo asfixiante, pesado, blanco... De lo que sucedió después, no me acuerdo... ¡No me acuerdo! Fue algo parecido a la muerte, a un asesinato... Cuando aquella espantosa niebla se disipó al fin, cuando yo... cuando mi amiga volvió en sí, no había nadie en la habitación. De nuevo se encontró sin fuerzas para gritar, durante mucho tiempo, hasta que por fin llamó... y luego se embrolló todo otra vez...

Después vio junto a ella a su marido, que había sido retenido en el club hasta las dos de la madrugada... Estaba demudado y se puso a hacerle preguntas, pero ella no le dijo nada... Luego cayó enferma... Sin embargo, recuerdo que al quedarse sola en la habitación fue a inspeccionar aquel sitio de la pared. Debajo de la tapicería había una puerta secreta. Y a ella le había desaparecido de la mano el anillo de casada. Era un anillo de forma poco corriente, con siete estrellitas de oro y siete de plata alternando: una antigua joya de familia. El marido le preguntaba qué había sido del anillo, pero ella no podía contestar nada. Pensando que se le habría caído inadvertidamente, el marido lo buscó por todas partes. No lo encontró. Presa de extraña angustia, decidió que volverían a su casa lo antes posible y, en cuanto lo permitió el doctor, el matrimonio abandonó la capital... Pero imagínate que el día mismo de su marcha se cruzaron en la calle con una camilla... En la camilla yacía un hombre con la cabeza partida al que acababan de matar. Y ese hombre era el terrible visitante nocturno de los ojos duros. ¡Imagínate!... Lo habían matado durante una partida de cartas...

Mi amiga se trasladó luego al campo..., fue madre por primera vez... y vivió varios años en compañía de su marido. Él nunca supo nada. Además, ¿qué podría haberle dicho ella? Ella misma no sabía nada.

Sin embargo, su anterior felicidad desapareció. En sus vidas se hizo la oscuridad, y esa oscuridad no se disipó ya nunca... No tuvieron más descendencia, como tampoco la habían tenido antes... y aquel hijo...

Toda temblorosa, mi madre se cubrió el rostro con las manos.

-Y ahora, dime -prosiguió con redoblada energía-, ¿tenía alguna culpa mi amiga? ¿Qué podía reprocharse? Fue castigada; pero, ¿no tenía derecho a declarar, incluso ante Dios, que el castigo era injusto? Entontes, ¿por qué se le representa al cabo de tantos años y en forma tan horrible lo ocurrido, como si fuese una criminal atormentada por los remordimientos? Macbeth mató a Banquo, y no es sorprendente que se le apareciera... Pero yo...

Al llegar a este punto, el discurrir de mi madre se hizo tan incoherente, que dejé de comprenderlo. Ya no dudaba de que estuviese delirando.

X

Cualquiera comprenderá fácilmente la estremecedora impresión que me produjo el relato de mi madre. Desde sus primeras palabras adiviné que estaba hablando de sí misma y no de una amiga. La propia estratagema confirmó mis sospechas. De modo que aquel era efectivamente mi padre, al que yo había encontrado en sueños, al que había visto en persona. No lo habían matado, como suponía mi madre, sino herido solamente. Y había ido a verla, huyendo luego, asustado por el susto de ella. Todo lo comprendí de repente: comprendí el involuntario sentimiento de repulsión que yo despertaba a veces en mi madre, su constante pesar, nuestra vida de aislamiento... Recuerdo que se me iba la cabeza, y yo la agarré con ambas manos como queriendo mantenerla en su sitio. Pero una decisión se clavó en mi mente: la de encontrar nuevamente a aquel hombre; encontrarle sin falta, costara lo que costara. ¿Para qué? ¿Con qué fin? No me lo planteaba, pero el hecho de encontrarlo, de dar con él, se había convertido para mí en cuestión de vida o muerte. A la mañana siguiente se calmó por fin mi madre... cedió la fiebre y se quedó dormida. Después de recomendarla a los cuidados de los dueños de la casa y de la servidumbre, salí para ponerme en campaña.

XI

Ante todo, como es natural, fui al café donde había encontrado al Barón, pero nadie lo conocía allí. Ni siquiera habían advertido su presencia. Era un cliente casual. En el negro sí se habían fijado los propietarios del establecimiento, pues llamaba demasiado la atención, si bien nadie sabía tampoco quién era ni dónde vivía. Después de dejar, a todo evento, mi dirección en el café, me lancé a rondar por las calles y las costaneras de la ciudad, alrededor de los muelles, por las avenidas, asomándome a todos los establecimientos públicos. No encontré a nadie que se pareciera al Barón o a su acompañante. Como no había retenido el apellido del Barón, estaba en la imposibilidad de acudir a la policía. Sin embargo, di a entender a dos o tres celadores del orden (que por cierto me contemplaron con sorpresa sin dar del todo crédito a mis palabras) que recompensaría generosamente su celo si encontraban la pista de los dos individuos cuyas señas personales procuré darles con la mayor exactitud posible. Después de corretear así hasta la hora del almuerzo, regresé a mi casa rendido de cansancio. Mi madre se había levantado. Su habitual tristeza tenía un matiz nuevo, cierta absorta perplejidad que se me clavaba en el corazón como un cuchillo. Pasé la tarde con ella. Apenas hablamos: ella hacía solitarios y yo contemplaba en silencio los naipes. No hizo la menor alusión a su relato ni a lo sucedido la víspera. Era como si hubiéramos acordado tácitamente no referirnos a todos aquellos hechos terribles y extraños... Daba la impresión de que estaba contrariada y cohibida por lo que se le había escapado sin querer. O quizá no recordara muy bien lo que había dicho durante aquel conato de delirio febril y tuviese la esperanza de que yo me mostrase compasivo con ella... Así lo hacía, efectivamente, y ella se daba cuenta, pues rehuía mi mirada lo mismo que la víspera. No pude conciliar el sueño en toda la noche. Se había desencadenado de pronto una tormenta espantosa. El viento aullaba y se arremolinaba frenéticamente, los cristales de las ventanas temblaban y tintineaban, silbidos y lamentos desesperados cruzaban el aire como si algo se desgarrase en lo alto y volara con furioso llanto sobre las casas estremecidas. Poco antes del amanecer, me quedé transpuesto... Súbitamente, tuve la impresión de que alguien había entrado en mi cuarto y me llamaba, pronunciando mi nombre a media voz, pero imperiosamente. Levanté un poco la cabeza y no vi nada. Pero, cosa extraña, lejos de asustarme me alegré: llegué de pronto a la convicción de que ahora alcanzaría sin falta mi meta. Me vestí a toda prisa y salí de casa.

XII

La tormenta había amainado, aunque se notaban todavía sus últimos estremecimientos. Era muy temprano, y no andaba nadie por las calles. En muchos sitios había trozos de chimeneas, tejas, tablas arrancadas a las vallas, ramas partidas... «La noche ha debido de ser terrible en el mar», me dije al ver las huellas de la tormenta. Pensé dirigirme al embarcadero, pero los pies me llevaron hacia otra parte como si obedecieran a una irresistible atracción. A los diez minutos escasos me encontraba en una parte de la ciudad que nunca había visitado hasta entonces. Caminaba paso a paso, sin premura pero también sin detenerme, con una extraña sensación interna: esperaba algo extraordinario, imposible, y al mismo tiempo estaba persuadido de que aquello extraordinario se cumpliría.

XIII

Y, en efecto, ocurrió lo extraordinario, lo que esperaba. Repentinamente descubrí, a unos veinte pasos delante de mí, al mismo negro que habló con el Barón en el café en presencia mía. Embozado en la misma capa que ya advertí yo entonces, pareció surgir de bajo tierra y, dándome la espalda, echó a andar a buen paso por la estrecha acera de una calleja tortuosa. Me lancé al instante tras él, pero también él aceleró el paso, aunque no volvió la cabeza y, de pronto, dobló la esquina de una casa que formaba saliente. Corrí hasta aquella esquina, la doblé con la misma celeridad que el negro... ¡Qué cosa tan extraña! Ante mí se abría una calle larga, estrecha y totalmente desierta. La niebla matutina la invadía toda con su plomo opaco, pero mi mirada penetraba hasta el extremo opuesto, permitiéndome discernir cada uno de los edificios... ¡Y en ninguna parte rebullía un solo ser viviente! El negro de la capa había desaparecido tan repentinamente como surgió. Me quedé sorprendido, pero sólo un instante. En seguida me embargó otra sensación: ¡había reconocido la calle que se extendía ante mis ojos, toda muda y como muerta! Era la calle de mi sueño. Me estremecí, encogido -la mañana era tan fresca-, y en seguida avancé sin la menor vacilación, impelido por cierta medrosa seguridad.

Empecé a buscar con los ojos... Allí estaba: a la derecha, haciendo saliente sobre la acera con una de sus esquinas, la casa de mi sueño; allí estaba la vieja puerta cochera, con adornos de piedra labrada a ambos lados... Cierto que las ventanas no eran redondas, sino cuadradas, pero eso no tenía importancia... Llamé al portón. Llamé dos veces, tres veces, arreciando en los golpes. Hasta que el portón se abrió, lentamente, rechinando mucho, como si bostezara. Me hallaba ante una criada joven, con el cabello alborotado y ojos de sueño. Al parecer, acababa de despertarse.

-¿Vive aquí un Barón? -pregunté a la vez que inspeccionaba con rápida mirada el patio, profundo y estrecho... Todo, todo era igual: allí estaban los tablones y los troncos que había visto en mi sueño.

-No -contestó la criada-. El Barón no vive aquí.

-¿Cómo que no? ¡Imposible!

-Ahora no está... Se marchó ayer.

-¿A dónde?

-A América.

-¡A América! -repetí sin querer-. Pero, volverá, ¿verdad?

La criada me miró con aire suspicaz.

-Eso no lo sabemos. Quizá no vuelva nunca.

-¿Ha vivido aquí mucho tiempo?

-No. Cosa de una semana. Ahora, ya no está.

-¿Y cuál era el apellido de ese barón?

La criada me observó extrañada.

-¿No lo sabe usted? Nosotros lo llamábamos Barón, sin más. ¡Eh! ¡Piotr! -gritó al ver que yo intentaba pasar-. Ven acá. Hay aquí un extraño que hace muchas preguntas.

Desde la casa se dirigió hacia nosotros la recia figura de un criado.

-¿Qué pasa? ¿Qué desea? -preguntó con voz tomada- y, después de escucharme hoscamente, repitió lo dicho por la sirvienta.

-Bueno, pero, ¿quién vive aquí? -murmuré.

-Nuestro amo.

-¿Y quién es?

-Un carpintero. En esta calle todos son carpinteros.

-¿Podría verle?

-Ahora no. Está durmiendo.

-¿Y podría entrar en la casa?

-Tampoco. Retírese.

-Bueno; pero, más tarde, ¿estará visible tu amo?

-¿Por qué no? Claro que se le puede ver siempre... Para eso es un comerciante. Sólo que ahora, retírese. ¿No ve usted que es muy temprano?

-Oye, ¿y el negro ese? -inquirí de pronto.

El criado nos miró perplejo, primero a mí y luego a la sirvienta.

-¿A qué negro se refiere? -profirió finalmente-. Retírese, caballero. Puede usted volver luego y hablar con el amo.

Salí a la calle. El portón se cerró detrás de mí, pesada y bruscamente, sin rechinar esta vez.

Me fijé bien en la calle y en la casa, y me alejé de allí, pero no hacia la mía. Me sentía como decepcionado. Todo lo que me había ocurrido era tan extraño, tan inusitado... Y, por otra parte, el final resultaba tan absurdo... Yo estaba seguro, estaba persuadido, de que encontraría en aquella casa la estancia que recordaba y, en el centro, a mi padre, el Barón, con su batín y su pipa... En lugar de eso, el amo de la casa era un carpintero, se le podía visitar cuantas veces se deseara e incluso encargarle algún mueble, quizá...

¡Y mi padre se había marchado a América! ¿Qué iba a hacer yo ahora? ¿Contárselo a mi madre o enterrar por los siglos incluso el recuerdo de aquella entrevista?... Era rotundamente incapaz de aceptar la idea de que un principio tan sobrenatural y misterioso pudiera conducir a un final tan descabellado y prosaico.

No quería volver a casa, y eché a andar sin rumbo, dejando atrás la ciudad.

XIV

Caminaba cabizbajo, sin pensar ni apenas sentir nada, totalmente ensimismado. Me sacó de aquella abstracción un ruido acompasado, sordo y amenazador. Levanté la cabeza: era el mar que rumoreaba y zumbaba a unos cincuenta pasos de mí. Me percaté de que caminaba por la arena de una duna. Estremecido por la tormenta nocturna, el mar estaba salpicado de espuma hasta el mismo horizonte, y las altas crestas de las olas alargadas llegaban rodando una tras otra a romperse en la orilla lisa. Me acerqué a ellas y seguí andando justo a lo largo de la raya que su flujo y reflujo dejaba en la arena gruesa, salpicada de retazos de largas plantas marinas, restos de caracolas y cintas serpenteantes de los carrizos. Gaviotas de alas puntiagudas y grito plañidero llegaban con el viento desde la lejana sima del aire, remontaban el vuelo, blancas como la nieve en el cielo gris nublado, se desplomaban verticalmente y, lo mismo que si saltaran de ola en ola, volvían a alejarse y a desaparecer en destellos plateados entre las franjas de espuma arremolinada. Algunas, según observé, giraban tenazmente sobre una roca grande que despuntaba, solitaria, en medio del lienzo uniforme de la orilla de arena. Los ásperos carrizos marinos crecían en matojos desiguales a un lado de la roca y allí donde sus tallos enmarañados emergían del amarillo saladar negreaba algo alargado, redondo, no muy grande... Me fijé más... Un bulto oscuro yacía allí, inmóvil, junto a la roca... Conforme me acercaba, sus contornos aparecían más nítidos y definidos...

Me quedaban sólo treinta pasos para llegar a la roca...

¡Pero, si eran los contornos de un cuerpo humano! ¡Era un cadáver, un ahogado que había arrojado el mar! Llegué hasta la misma roca.

¡Aquel era el cadáver del Barón, de mi padre! Me detuve como petrificado. Sólo entonces comprendí que desde primera hora de la mañana me habían conducido ciertas fuerzas ignotas, que yo me hallaba en su poder; y, durante unos momentos, no hubo en mi alma nada más que el incesante rumor del mar y algo de temor ante el destino que se había adueñado de mí...

XV

Yacía de espaldas, un poco ladeado, con el brazo izquierdo extendido sobre la cabeza... y el derecho doblado bajo el cuerpo encogido. Un lodo viscoso absorbía sus pies, calzados con altas botas de marinero; la chaquetilla azul, toda impregnada de sal marina, no se había desabrochado; una bufanda roja ceñía su cuello con nudo apretado. El rostro acezado, vuelto hacia el cielo, parecía burlarse; bajo el labio superior enarcado asomaban unos dientes pequeños y prietos; las pupilas opacas de los ojos entreabiertos apenas se diferenciaban de los glóbulos oscurecidos; el cabello enmarañado, salpicado de pompas de espuma, se esparcía por el suelo, descubriendo la frente lisa con la línea lilácea de la cicatriz; la nariz, fina, trazaba en relieve una neta raya blancuzca entre las mejillas hundidas. La tormenta de la noche anterior había hecho su obra... ¡No había llegado a ver América! El hombre que había agraviado a mi madre, mutilando su vida, mi padre -¡sí, mi padre, pues no podía dudarlo ya!-, yacía en el fango a mis pies. Me embargaba un sentimiento de venganza satisfecha, compasión, asco y horror... incluso de doble horror: por lo que estaba viendo y por lo sucedido. Ese fondo malvado y criminal del que he hablado ya, esos impulsos incomprensibles que nacían dentro de mí... que me ahogaban. «¡Ah! -me decía-. Por eso soy así... De esa manera se manifiesta la sangre.» De pie junto al cadáver, lo contemplaba, atento por ver si se estremecían aquellas pupilas muertas o temblaban aquellos labios helados. ¡No! Todo estaba inmóvil. Incluso los carrizos adonde lo había arrojado la marea parecían estáticos; incluso las gaviotas que se habían alejado volando. Y no se veía en ningún sitio ni un fragmento de nada, ni una tabla ni un aparejo roto. Vacío por todas partes... Solamente él -y yo- y el mar rumoreando a lo lejos. Miré hacia atrás. Idéntico vacío. Una cadena de colinas sin vida recortándose sobre el horizonte... ¡Y nada más! Me angustiaba dejar a aquel desdichado en semejante soledad, sobre el lodo de la orilla, como pasto para los peces y las aves. Una voz interior me decía que yo debía buscar y llamar a alguien, ya que no fuera para prestarle auxilio -¿de qué podría servir?-, al menos para retirarlo de allí y conducirlo bajo techado. Pero un inefable pavor me embargó de pronto. Me pareció como si aquel hombre muerto supiera que yo había llegado allí, como si él mismo hubiese amañado aquel último encuentro, y hasta creí escuchar el sordo murmujeo de otras veces... Precipitadamente, me aparté un poco... de nuevo miré hacia atrás... Un objeto brillante llamó mi atención, me hizo detenerme. Era un cíngulo de oro en la mano extendida del cadáver. Reconocí el anillo de matrimonio de mi madre. Recuerdo el esfuerzo que me impuse para volver sobre mis pasos, acercarme, inclinarme..., recuerdo el contacto viscoso de los dedos; recuerdo cómo jadeaba, cerraba los ojos y rechinaba los dientes al tirar del anillo que se resistía...

Por fin cedió, y yo emprendí una carrera alejándome de allí a toda prisa, perseguido por algo que intentaba darme alcance y apresarme.

XVI

Todo lo sufrido y experimentado se reflejaba probablemente en mi rostro cuando volví a casa. Apenas entré en su habitación, mi madre se incorporó súbitamente y posó en mí una mirada de interrogación tan tenaz, que yo terminé por presentarle el anillo, sin palabras, después de haber intentado en vano explicarme. Ella se puso horriblemente pálida, sus ojos se abrieron mucho, desorbitados y sin vida, como los de aquél. Exhaló un grito débil, me arrebató el anillo, vaciló y cayó sobre mi pecho, donde quedó como paralizada, vencida la cabeza hacia atrás y devorándome con aquellos ojos dementes muy abiertos. Yo rodeé su cintura con mis brazos y allí mismo, sin moverme y sin prisa, le referí todo a media voz: mi sueño, el encuentro, todo... No le oculté el menor detalle. Ella me escuchó hasta el final. No pronunció ni una palabra, pero su respiración se hacía más agitada, hasta que sus ojos se animaron de pronto y bajó los párpados. Luego se puso el anillo en el dedo y, apartándose un poco, buscó un chal y un sombrero. Le pregunté adónde pensaba ir. Levantó hacia mí una mirada sorprendida y quiso contestarme, pero le falló la voz. Se estremeció varias veces, frotó sus manos una contra otra, como intentando calentarlas, y al fin profirió:

-Vamos allá ahora mismo.

-¿A dónde, madre?

-Donde está tendido... quiero ver... quiero saber... lo sabré...

Intenté disuadirla; pero estuvo a punto de sufrir un ataque de nervios. Comprendí que era imposible oponerse a su deseo, y salimos juntos.

XVII

De nuevo caminaba yo por la arena de la duna, pero esta vez no iba solo. El mar se había retirado, alejándose más. Se calmaba; pero, aunque debilitado, todavía era pavoroso y tétrico su rumor. Por fin se divisaron la roca solitaria y los carrizos. Yo miraba con atención, tratando de discernir el bulto redondo tendido en tierra, pero no veía nada. Nos acercamos más. Yo aminoraba instintivamente el paso. Pero ¿dónde estaba aquello negro, inmóvil? Sólo los tallos de los carrizos resaltaban en oscuro sobre la arena ya seca. Llegamos hasta la propia roca... El cadáver no aparecía por ninguna parte, y sólo en el lugar donde estuvo tendido quedaba todavía un hoyo que permitía adivinar el sitio de los brazos, de las piernas... Los carrizos parecían aplastados en torno, y se advertían huellas de pisadas de una persona; cruzaban la duna y desparecían luego al llegar a un rompiente de rocas.

Mi madre y yo nos mirábamos, asustados de lo que leíamos en nuestros rostros...

¿Se habría levantado y se habría marchado él solo?

-Pero, ¿no lo viste tú muerto? -preguntó mi madre en un susurro.

Yo sólo pude asentir con la cabeza. No habían transcurrido ni tres horas desde que yo tropecé con el cadáver del Barón... Alguien lo descubriría y lo retiraría de allí. Había que buscar al que lo hubiera hecho y enterarse de lo que había sido de él.

XVIII

Mientras se dirigía hacia el sitio fatal, mi madre estaba febril, pero se dominaba. La desaparición del cadáver la aplanó como una desdicha irreparable. Yo temía por su razón. Me costó gran trabajo llevarla de vuelta a casa. De nuevo hice que se acostara y de nuevo requerí los cuidados del médico para ella. Pero, en cuanto se recobró un poco, mi madre exigió que yo partiera inmediatamente en busca de «esa persona». Obedecí. Sin embargo, nada descubrí a pesar de todas las pesquisas imaginables. Acudí varias veces a la policía, visité todas las aldeas próximas, puse anuncios en los periódicos, fui buscando datos por todas partes, pero en vano. Me llegó la noticia de que habían llevado a un náufrago a uno de los pueblos de la costa. Allá fui corriendo, pero lo habían enterrado ya y, por las señas, no se parecía al Barón. Me enteré del barco que había tomado para irse a América. Al principio, todo el mundo estaba persuadido de que se había ido a pique durante la tempestad; sin embargo, al cabo de algunos meses empezaron a cundir rumores de que lo habían visto anclado en el puerto de Nueva York. No sabiendo ya qué emprender, me puse a buscar al negro que había visto, ofreciéndole a través de los periódicos una recompensa bastante fuerte si se presentaba en nuestra casa. Cierto negro, alto y vestido con una capa, vino efectivamente a vernos en ausencia mía... Pero se alejó de pronto después de hacerle algunas preguntas a la sirvienta y no volvió más.

Así se perdió la pista de mi... de mi padre. Así desapareció irremediablemente en la muda tiniebla. Mi madre y yo no hablábamos nunca de él. Sólo una vez, recuerdo, se extrañó de que jamás hubiera aludido yo antes a mi extraño sueño. Enseguida añadió: «Conque, era precisamente...», y no terminó de formular su idea. Mi madre estuvo enferma mucho tiempo, y cuando al fin se repuso no volvieron ya a su cauce nuestras relaciones anteriores. Hasta su muerte, se encontró violenta a mi lado. Violenta, sí; justamente. Y ésa es una desgracia que no se puede remediar. Todo se embota con el tiempo. Incluso los recuerdos de los sucesos familiares más trágicos pierden gradualmente su fuerza y su acuidad. Pero, si entre dos personas entrañables se introduce una sensación de violencia, eso no hay nada que lo extirpe. Jamás volví yo a tener aquel sueño que tanto me angustiaba, ya no «encontraba» a mi padre, pero en ocasiones se me figuraba -y aún ahora se me figura- escuchar en sueños alaridos lejanos y tristes lamentos inextinguibles. Resuenan en algún lugar, tras un alto muro que no es posible trasponer, me desgarran el corazón y yo lloro con los ojos cerrados, incapaz de comprender si es un ser vivo el que gime o si escucho el prolongado y salvaje rumor del mar encrespado. Y de nuevo se transforma en el murmujeo de una fiera, y yo me despierto con angustia y pavor en el alma.

FIN

2666 EL COMBATE A MUERTE DE ROBERTO BOLAñO.

2666, el combate a muerte de Roberto Bolaño
Aclamada por la crítica, es una narración desmesurada y bizarra. Dividida en cinco episodios, con numerosos protagonistas, transita entre América y Europa, atraviesa el siglo XX y desemboca en el desierto de Sonora.

En un pasaje de 2666, la novela póstuma de Roberto Bolaño, Amalfitano -uno de los protagonistas- conversa con un farmacéutico amante de la lectura. Le pregunta qué libros prefiere y el farmacéutico responde que le gustan las obras menores en lugar de las mayores. Es decir, que de Kafka prefiere La Metamorfosis antes que El Proceso; Bartleby en lugar de Moby Dick, en el caso de Melville, y de Dickens Un Cuento de Navidad por sobre Historia de Dos Ciudades.

"Qué triste paradoja, pensó Amalfitano. Ya ni los farmacéuticos ilustrados se atreven con las grandes obras, imperfectas, torrenciales, las que abren camino en lo desconocido. Escogen los ejercicios perfectos de los grandes maestros. O lo que es lo mismo: quieren ver a los grandes maestros en sesiones de esgrima de entrenamiento, pero no quieren saber nada de los combates de verdad, en donde los maestros luchan contra aquello, ese aquello que nos atemoriza a todos, ese aquello que acoquina y encacha, y hay sangre y heridas mortales y fetidez", relata Bolaño.

2666, por cierto, no es una clase de esgrima. 2666 es una combate a muerte, una gran arena de lucha donde Bolaño se enfrenta a una bestia inconmensurable, sin rostro, o de múltiples rostros, que no son más que las caras del horror.

Ya se sabe: el autor de Los Detectives Salvajes la escribió mientras daba una lucha silenciosa contra la muerte. Alguna vez definió esta novela -publicada a un año de su fallecimiento- como una superproducción. Una superproducción de 1.119 páginas, con varios protagonistas, cientos, miles de extras, que transita entre América y Europa, atraviesa el siglo XX y donde hay sangre, sexo y mucha literatura.

Novela Godzilla

Embarcarse en la lectura de 2666 es entrar a la casa de Dorothy, de El Mago de Oz, en el momento preciso en que el tornado se la lleva por los aires, pero en lugar de aterrizar en Ciudad Esmeralda el lector cae en un desierto lleno de reptiles y de huesos, un cementerio de zombies a pleno sol: Pedro Páramo filmado por David Lynch.

"Ante la posibilidad de una muerte próxima, Roberto dejó instrucciones de que su novela 2666 se publicara dividida en cinco libros que se corresponden con las cinco partes de la novela", dicen los herederos en una nota introductoria. "Con esta decisión, comunicada días antes de su muerte por el propio Roberto a Jorge Herralde (editor de Anagrama), creía dejar solventado el futuro económico de sus hijos".

Finalmente, sus herederos decidieron publicarla en un solo y godzilliano tomo para resguardar el sentido integral del libro.

El episodio uno es la historia de cuatro críticos fans de un escritor tránsfuga, el alemán Benno von Archimboldi, de quien, como un héroe enmascarado, nadie sabe dónde vive ni conoce su rostro.

Los críticos son el español Espinoza, el francés Pelletier, el italiano Morini y la británica Liz Norton, quienes viven en función del gurú enmascarado y protagonizan una relación erótica a tres bandas. Su historia desemboca en Santa Teresa, México, en el desierto de Sonora, donde supuestamente ha sido visto Archimboldi.

Santa Teresa es el doble, en la ficción, de Ciudad Juárez, sitio donde han muerto asesinadas y muchas veces violadas y torturadas cerca de 400 mujeres en la última década, sin que aún haya culpables.

En Santa Teresa los críticos conocen a Amalfitano, un profesor chileno exiliado, protagonista del episodio dos. Amalfitano vive en Santa Teresa con su hija Rosa, después de haber sido abandonado en Barcelona por su mujer, Lola, obsesionada con un poeta encerrado en un manicomio. Amalfitano -también admirador de Archimboldi- pasa horas contemplando un libro -Testamento Geométrico- colgado en una pared como si fuera un ready-made.

En la tercera parte, el periodista negro norteamericano Oscar Fate llega a Santa Teresa para cubrir un match de boxeo y se topa con un vertedero donde habitan hampones, mafiosos, drogadictos y putas, y donde aparecen aquí y allá -en una acequia, en un sitio eriazo- cuerpos sin vida de muchachas asesinadas.

El cuarto episodio es un relato pormenorizado, policial, forense, de más de 100 crímenes, y de las pesquisas de los policías, los reportes de prensa, las andanzas de políticos y delincuentes y la detención de Klaus Hass, un gigante que parece responder a la descripción del venerado Archimboldi.

El quinto es la historia del autor enmascarado, cuyo verdadero nombre es Hans Reiter, ex prisionero de un campo de concentración nazi y pariente de Klaus.

Adiós amigos

Cinco relatos -y muchos más, con infinitos ecos- unidos por la figura de Archimboldi y cruzados por el horror, el caos y la muerte: la historia de Europa como un gran Auschwitz, Latinoamérica como un escenario post-atómico, y 2666, el extraño título, como la fecha de un futuro abismal. Una cifra anunciada en su novela Amuleto (1999), donde la protagonista alucina con un cementerio olvidado del año 2666.

Desmesurada, ambiciosa, bizarra, la novela ha recibido aplausos de la crítica española. "De lo que no cabe duda es que nos hallamos ante la obra de un genio: una obra de inmensa lucidez e inmensa sabiduría narrativa", comentó el diario ABC.

"Una novela que sabe correr todos los riesgos y que acepta todo tipo de elogios sin temor a caer en la hipérbole", sostuvo La Vanguardia. En El País, Ana María Moix habló de "una gran novela de novelas".

2666 se lee como el testamento de Bolaño, su última batalla. El crítico Ignacio Echevarría -que tuvo a su cargo la edición- revela que el autor quería inscribir al final del texto la siguiente nota, firmada por su alter ego: "Y esto es todo, amigos. Todo lo he hecho, todo lo he vivido. Si tuviera fuerzas, me pondría a llorar. Se despide de ustedes, Arturo Belano".


El boom bolañesco en la feria

Tras su muerte, en julio de 2003, la obra de Bolaño ha vivido una creciente consolidación entre los lectores. Incluso, algunos de sus libros han entrado al ranking de los más vendidos. Es el caso, por ejemplo, de Los Detectives Salvajes y de los póstumos El Gaucho Insufrible y Entre Paréntesis.

El anuncio de la publicación de 2666 generó gran expectativa, tanto en España como en América Latina. Lanzada el 20 de octubre en Barcelona, arribó a la Feria del Libro de Santiago con apenas un centenar de ejemplares, especialmente importados para el evento. Llegó a un precio elevadísimo -$40.000-, pero pese a ello las copias se vendieron bien, según cuenta Jovana Skármeta, encargada de comunicaciones de Fernández de Castro, distribuidora del sello Anagrama en Chile.

"La novela era muy esperada. Los lectores fieles de Bolaño la llevaron y hasta viajó gente del sur a comprarla", indica. Lo más probable, dice Skármeta, es que la primera remesa se agote este domingo, día de cierre de la feria. Hacia fines de noviembre llegarían más copias, impresas en Buenos Aires, y a menor precio.

Pero el interés de los lectores en la feria no se reduce a 2666. Entre Paréntesis es otro de los títulos más vendidos y Los Detectives Salvajes se agotó en la Estación Mapocho.

FRAGMENTO DE "EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO" DE MARCEL PROUST.

En busca del tiempo perdido

(conocido como "la magdalena de Proust" :P)

Y muy pronto, abrumado por el triste día que había pasado y por la perspectiva de otro triste día tan melancólico por venir, me llevé a los labios una cucharada de té en la que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las migas del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que causaba. Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria, todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de una esencia preciosa; pero, mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es que era yo mismo. Dejé de sentirme mediocre, contingente y mortal. ¿De dónde podría venirme esa alegría tan fuerte? Me daba cuenta de que iba unida al sabor del té y del bollo, pero le excedía en mucho, y no debía ser de la misma naturaleza. ¿De dónde venía y qué significaba? ¿Cómo llegar a aprehenderlo? Bebo un segundo trago, que no me dice más que el primero; luego un tercero, que ya me dice un poco menos.

[...]
Vuelvo con el pensamiento al instante en que tomé la primera cucharada de té, y me encuentro con el mismo estado, sin ninguna claridad nueva. Pido a mi alma un esfuerzo más que me traiga otra vez esa sensación fugitiva.
[...]
Y luego, por segunda vez, hago el vacío frente a ella, vuelvo a ponerla cara a cara con el sabor aún reciente del primer trago de té y siento estremecerse en mí algo que se agita, que quiere elevarse, algo que acaba de perder ancla a una gran profundidad, no sé el qué, pero va ascendiendo lentamente; percibo la resistencia y oigo el rumor de las distancias que va atravesando.
[...]
Y de pronto el recuerdo surge. Ese sabor es el que tenía el pedazo de magdalena que mi tía Leoncia me ofrecía, después de mojado en su infusión de té o de tila, los domingos por la mañana en Combray.
[...]
Y como ese entretenimiento de los japoneses que meten en un cacharro de porcelana pedacitos de papel, al parecer, informes, que en cuanto se mojan comienzan a estirarse, a tomar forma, a colorearse y a distinguirse convirtiéndose en flores, en casas, en personajes consistentes y cognoscibles, así ahora todas las flores de nuestro jardín y las del parque del señor Swann y las ninfeas del Vivonne y las buenas gentes del pueblo y sus viviendas chiquitas y la iglesia y el Combray entero y sus alrededores, todo eso, pueblo y jardines, que va tomando forma y consistencia, sale de mi taza de té.


(Marcel Proust; 1919, 60)

viernes, 16 de octubre de 2009

DIA INTERNACIONAL,CONTRA LA POBREZA!! LA MAYOR CRISIS DE DERECHOS HUMANOS EN EL MUNDO!!

17 de octubre, Día Internacional contra la pobreza: La pobreza es la mayor crisis de derechos humanos del mundo

Recibida de Amnistía Internacional el 15-10-2009 a las 03:10
Miles de millones de personas sufren inseguridad, injusticia e indignidad. Según la FAO, cuando acabe el año, 1.020 millones de personas sufrirán hambre, la cifra más elevada desde 1970. El FMI y el Banco Mundial han advertido que hasta 2010, unos 90 millones de personas podrían caer en la pobreza debido a la crisis.

Además, 1.000 millones de personas viven en asentamientos precarios, cada minuto una mujer muere a consecuencia de complicaciones derivadas del embarazo, 1.300 millones no tienen acceso a asistencia médica básica, 2.500 millones no tienen acceso a servicios sanitarios adecuados y 20.000 niños y niñas mueren cada día a consecuencia de ello.

La pobreza no es únicamente la falta de ingresos, sino la privación del acceso a los derechos necesarios para disfrutar de un nivel de vida adecuado. Se traduce en escasez de comida, empleo, agua contaminada, tierra y vivienda, pero también en privación, discriminación y aumento de la desigualdad, falta de participación la xenofobia y el racismo, la violencia y la represión en todo el mundo.

El pasado mes de mayo, Amnistía Internacional puso en marcha la campaña mundial Exige Dignidad para combatir los abusos contra los derechos humanos que generan y agudizan la pobreza y para movilizar a personas de todo el mundo para que exijan que los gobiernos y las empresas cumplan con sus obligaciones de derechos humanos en la lucha contra la pobreza.

Por ello, Amnistía Internacional saldrá por primera vez a la calle el próximo viernes 16 a las 18.00 horas en Madrid para unirse a la manifestación estatal contra la pobreza organizada por la Alianza Española contra la Pobreza y participará en diferentes actos en otras ciudades. A estos actos acudirá con el lema “Pobreza = Crisis de derechos Humanos”.

Emergencia en Sierra Leona

La mortalidad materna es un área clave de la campaña Exige dignidad. Por ello, en este día, Amnistía Internacional quiere llamar la atención sobre la situación de emergencia de derechos humanos que se vive en Sierra Leona, donde una de cada ocho mujeres puede morir durante el embarazo o el parto, una de las tasas de mortalidad más altas del mundo. Donde casi el veinte por ciento de las mujeres no reciben ningún tipo de atención de la salud prenatal y cientos de miles no tienen acceso a tratamientos que pueden salvar su vida. Donde los costes de atención médica para las mujeres embarazadas (transporte, inscripción en el hospital, atención al parto, medicamentos, análisis, material médico, suero, sangre para transfusiones y hasta las cesáreas que oscilan entre los 60 y los 350 dólares) son tan altos, que en un país dónde el 70 por ciento de la población sobrevive con menos de 1 dólar estadounidense al día, muchas mujeres ni siquiera buscan atención sanitaria por miedo a no poder pagarla.

Amnistía Internacional a través de www.actuaconamnistia.org ha lanzado una ciberacción para pedir al Gobierno de Sierra Leona que se tomen medidas para asegurar la salud de todas las mujeres y niñas de este país, y que el coste económico no suponga una barrera a la hora de utilizar los servicios de salud básicos.



Contacto
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Gabinete de prensa de la Sección Española de Amnistía Internacional Ángel Gonzalo, Carmen López o Rocío Carneros Telf., 91 310 12 77 Documentos y comunicados de prensa www.es.amnesty.org

martes, 13 de octubre de 2009

A 517 AñOS DE LA RESISTENCIA INDIGENA.

A 517 años del comienzo de la Resistencia Indígena

TeleSUR 12/10/09

El 12 de octubre de 1492, a manos de conquistadores europeos, comenzó la destrucción de una cultura que fue despojada de sus territorios, creencias y formas de organización social.

Este lunes, 12 de octubre, se conmemoran 517 años del comienzo de la Resistencia Indígena, cuando aún las víctimas de la colonización europea pagan el precio del desmantelamiento de sus sociedades establecidas, a manos de quienes se jactaron de haber "descubierto" el nuevo mundo.

La historia universal decretó el 12 de octubre de 1492 como el día en que se descubrió el continente americano, pero obvió que a partir de ese momento comenzó la destrucción de una cultura que fue despojada de sus territorios, creencias y formas de organización social.

Indígenas del ahora llamado continente americano pagan el precio aún por la ignorancia geográfica de los navegantes que acompañaron a Cristóbal Colom en su expedición de búsqueda de una vía para llegar a las Indias (Asia) desde Europa.

Fue a partir de entonces como entre desatinos y masacres, además de la discriminación de una cultura genuina, se llevó adelante un choque dantesco que hasta hace poco no fue sinceramente escenificado, y que devino en un proceso transculturizador que hasta la fecha se erige como pilar fundamental de la idiosincrasia americana.

La colonización aún cuesta marginación a los indígenas del continente americano, a pesar de las reivindicaciones que han adquirido los pueblos originarios desde la ascención de gobiernos progresistas en Latinoamérica.

En Venezuela, desde el 10 de octubre de 2002, por decreto presidencial se conmemora el 12 de octubre de cada año el Día de la Resistencia Indígena y no el Día de la Raza, como lo impuso la versión europea de la historia.

Ha sido en Venezuela donde además donde se creó una cartera ministerial para atender los asuntos indígenas, cuya titular, Nicia Maldonado, reconoció el pasado domingo que los pueblos originarios recién están siendo reivindicados.

Además, en 2005 fue electo en Bolivia un presidente indígena, Evo Morales, de la etnia aymara, con cuya llegada a la jefatura de Estado de ese país suramericano se ha empredido un proceso de saldar la histórica deuda con los pueblos indígenas.

Con Morales al frente de Bolivia, los 36 pueblos indígenas de ese país reafirman constantemente su identidad, su preexistencia y su rechazo al 12 de octubre como supuesto Día de la Raza.

Asimismo, el 12 de octubre fue declarado en Perú como el Día de los Pueblos Originarios y del Diálogo intercultural, según un decreto presidencial.

Esta normativa no confiere ningún carácter festivo a la fecha y se limita a ordenar al Ministerio de Educación que elabore actos y actividades para conmemorar la fecha.


teleSUR-Abn-Pl/MFD