Claveles para un entierro cualquiera.
Aquella tarde triste recordaba sin calma el libro de Milan Kundera La insoportable levedad del ser. Y me dije a mi mismo si la levedad no era un invento del autor para liquidar malos recuerdos.
Porque es así, lo terrible de la literatura es ello; la inseparable desdicha de tener que colocarle vida a un muerto que solo está muerto en el cerebro del autor que no sabe si es el muerto el que le coloca vida a él o alguna vez imaginó que a los muertos se le podía colocar vida, o en realidad no existe la vida, o mejor, esa vida que tenemos ahora, que permite que yo sostenga este lápiz, y tu leas que anterior a esto escribí que yo sostenga este lápiz. Aferrado a esos recuerdos pensé en ti. Pero creo que mis pensamientos no tienen validez; solo tienen validez cuando hago el amor contigo. ¿Y lo recuerdas? “No lo recuerdo Mateo, no puedo hacer el amor con un hombre que escribe haciendo el amor; y hace el amor escribiendo”.
Ese ejercicio de pensar, hacer el amor, recordar La insoportable levedad del ser, caminar despacio para no ver en la esquina a un hijo de puta que siempre sueña con burlarse de mí, llegar a la biblioteca, saludar a los mismos amigos, el café de la tarde, y volver a pensar en mi país ocupado.
Quizá en ese ejercicio se pueda encontrar el retrato de mi vida.
Esas fosas comunes me oprimen.
Torrado no puede morir derrotado.
¿Y cómo puedo recordar a esos muertos olvidados, que no les fue posible despedirse de los suyos, una vez la sierra eléctrica cruzó su existencia, dejaron este plano con los ojos abiertos?
“Tienes que vivir Mateo, es probable que en Caracas te publiquen, y ganes algún amigo”. ¿Y si estoy derrotado? ¿Si he caído en la trampa de vivir para no morir, o si he muerto y estoy viviendo la vida de otra vida, los recuerdos de una vida que viví, la muerte de otra vida, o todo esto no es cierto, que alguien está viviendo por mi, que yo no soy Mateo Torrado, y este papel que ahora tienes en la mano, fue el castigo sutil, de un sueño menos triste, que tener que pagar un recibo de luz tan costoso, cuando llevo dos años sin vivir en esa casa?
Hemos cagado en el mismo inodoro.
¿Soy comunista? ¿Qué cosa es el comunismo? ¿Es el comunismo una cosa?
“Eres comunista Torrado, no eres otra cosa. El comunismo es la cosa de la cosa como las cosas que ya no son cosas porque dejaron de ser cosas”.
¿Pero no he pensado hacer dinero? ¿Tener una gloria con cada palabra que vive en mi cerebro? ¿En hacer de mi cerebro una gloria que no es gloria, en glorificar lo minúsculo, en celebrar la alegría de lo honesto, abreviar los besos que ya no puedo recuperar, en diagnosticar la esperanza que no tengo, extirpar todo recuerdo personal?
Intenté situarme como gloria de astros oscuros, de todo lo que hablamos anoche, cuando dijiste Mateo eres el primer escritor que conozco.
Y yo soy el primer escritor que desconozco. Dije. Luego “Los Girasoles de Vicent van Gogh son bellos”, y la discusión del neófito que soy.
“Torrado: has soportado hambre por no venderte, la gloria que mereces tu no la consideras gloria porque gloria para ti no es gloria, si me dejas tocarte la mano con la mano que tu dices que es tu gloria. Cada palabra que vive en tu cerebro, es un cerebro de palabras pensadas en sentido opuesto del verbo, colocado en un cuento tuyo, traducido en un idioma colosal, cuando me dijiste: odio ver cortar mis palabras en un idioma cortado con corta uñas y diseñado por un diagramador esquizofrénico de Frankfurt, borracho por un insoportable olor en las axilas y traductor de otros dioses a quien el mismo Mefistófeles no recuerda. Llevas toda la noche haciéndome el amor y…”
El descaro de aquellos días cuando sin centavos caminé unas calles llenas de sangre inofensiva por la lascivia espesa de los invasores de otros mundos sin poder detenerlos y no tolerar las ganas de expulsar los alimentos en el único inodoro donde tú muchos y yo hemos cagado.
Odiseo tu que viajas dime dónde oculté las armas para desterrarlos de la patria prostituida.
Soy Mateo Torrado quien busca claveles para los muertos que no maté pero que maté por olvidarlos como hacen todos hoy que estamos muriendo todos los días.
Yo he vencido a mi Edipo, he sanado las heridas del incesto, he recuperado la cordura perpetua que no es perpetua pero vive en el incesto de tantos incestos perdidos en las noches tranquilas del verano.
Mis ojos salidos de su orbita resistieron la presión abstracta de pinturas mal trazadas por manejar códigos complejos; pecados rojos y blancos, ocre, y un color que no encuentro en mis recuerdos pero es parecido a la mierda seca.
Inventar palabras para esos muertos nuestros también fue uno de mis oficios favoritos.
Tener claro dos mas dos no son cuatro y la TA normal no es 120 con 70.
La Diástole y la sistólica no concertaron con el paciente; era hora de decretar la ternura.
Todo este malestar social me llevo a la República Cooperativa de Guyana.
Torrado estaba destinado a otra empresa.
Yo el hijo de Enrique, Mateo Torrado, caminé aquél país sin un centavo en el bolsillo.
El arte del cuento no puede ser una situación un personaje…
¡Ya basta! El inicio, el nudo y el desenlace hay que llevarlo a un desenlace donde el nudo sea el inicio, y para decirlo de otra forma, el inicio sea el verbo, situar el verbo arriba, en el primer párrafo de la cuartilla.
Si busqué en seis países claveles para mis muertos, debo buscar un nuevo arranque, un nuevo nudo intraducible y un nuevo desemboque para mis cuentos. La frase tiene que tener un valor congénito. Torrado no puede ni debe ser derrotado por la ambigüedad. Los hombres honestos saben que lo corrosivo empantana una buena intención y mutila las alas de una producción de buen aliento.
Una pila de mierda bien decorada puede ser un buen regalo para un traidor.
El arte debe encontrarse así mismo, como el niño que camina con la manito en el agujero del bolsillo trasero del padre.
Las buenas metáforas se escriben luego de hacer el amor.
Aunque esta regla, Torrado, no es completa.
Cierto es, los santos escritores, de cuando en cuando, se dejaron caer la mano en la méntula.
Toda literatura tiene sus limitaciones, y en ella, como se ha dicho, no hay originales. Hoy ya no damos crédito a las mentes privilegiadas; el talento es caprichoso. Una voz formidable puede nacer detrás de un arrabal. Y en los centros privilegiados (algunas veces), nacen gases lacrimógenos para el espíritu.
Todos los que murieron a manos de los aserradores humanos, deben estar divagando en los sueños más dulces de los asesinos.
Los claveles que reuní en seis países, los dedico a las victimas de esta mala racha que vive la patria. Los dedico a Martín que dejó tres hijos. A María, Leonor, Inés, Luís y Gerardo, que fueron mutilados con la sierra asesina.
La neurología no ha logrado explicar el fenómeno del delirio. Es donde la literatura entra a jugar su rol, para contar este delirio colectivo.
Tal vez no soy yo, Torrado, el que escribe. Hay relatos que el lector no puede leer; porque en muchos casos es el relato el que lee al lector.
Torrado tiene como objetivo, plantear una nueva teoría del cuento, aunque, no sé como explicarla.
Acabo se recibir una llamada inesperada. Quien hablaba a través del cable, es una mujer que se acerca a los 30.
Pedía una cosa imposible: hacer el amor por teléfono. Hablamos tres cosas y confieso que me encuentro trabajando en Claveles para un entierro cualquiera. “Puedes hacer lo que siempre has hecho, hacer el amor y escribir, o escribir y hacer el amor”. Dijo. ¿Cómo puede afirmar tal cosa? Una mujer que está al borde de los treinta años, descubre un nuevo tipo de sexualidad. Es la misma experiencia del hombre que se masturba por vez primera.
La vida sexual de un escritor, está supeditada a los deseos carnales de una mujer…
Fusionar escritura, sexo, fotografía, pintura, música, teléfonos, cables, relojes, un frasco cualquiera, revistas de ciencia económica, las relaciones bursátiles, los cambios climáticos, la guerra que hoy se vive por el agua, los testigos de Jehová, los mormones, una cama, un cuanto de baño, los auto buses que van de Santa Teresa del Tuy a Caracas, los diccionarios, los curas, políticos, economistas, abogados, estafadores, Changó, un babalao, una tía con ganas de sexo, ninfomanía, un electrocardiograma, amitriptilina, la depresión del espíritu, la bolsa de New York, la crisis económica mundial, La India, el contrabando, sinónimos, antónimos, La Escuela de las Ameritas, el 11 de septiembre de 1973 en Chile, abril del año 2002 en Venezuela, el libertador Simón Bolívar, la guerra de las Malvinas, Gandhi, Marx, Lenin, Martin Luther King, Perón, Cuba, los habanos, sexo oral, oradores, zapateros, Terrorismo de Estado, Palestina, Libia, Irán, el fin del hombre en la tierra, Puerto Rico libre, el desarme atómico, cenar con una mujer inteligente, automóviles, aviones, trenes, submarinos, marinos y agricultores, es uno de los desafíos del escritor de hoy.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)


No hay comentarios:
Publicar un comentario